El nombre de Montemayor se encuentra indisolublemente unido al de su castillo, un monumento portentoso, que representa uno de los mejores ejemplos de arquitectura militar de la provincia pero que, sin embargo, se encuentra al margen del municipio al que parece resguardar desde su atalaya del Monte Ulia.

Y es que las relaciones entre el municipio cordobés -representado por su Ayuntamiento- y la Casa Ducal de Frías -su propietaria- no han sido precisamente fluidas en las últimas décadas, lo que ha impedido a la inmensa mayoría de sus vecinos traspasar las imponentes murallas que lo custodian.

Uno de los episodios más difíciles que se recuerdan en la localidad fue el del polémico traslado del Archivo Ducal de Frías, el tercero de carácter privado más importante de España después de los de las casas de Medinaceli y de Alba.

«Nosotros entendíamos que se trataba de un patrimonio de Montemayor», recuerda a CÓRDOBA el entonces concejal de Cultura, Antonio García, que vivió con angustia la decisión adoptada por María Concepción Silva de Arloz, duquesa de Frías, de ceder sus valiosos fondos al Archivo Histórico Nacional como pago por los derechos de una sucesión testamentaria.

«La noticia la conocimos en 1988 por boca de Gregorio López Martínez, gobernador civil de Córdoba, quien después de anunciarnos la concesión de un vehículo para la Policía Local, que no teníamos, nos informó de las intenciones de la duquesa», rememora García, que llegaría a ser alcalde de la localidad entre 1995 y 2007.

A partir de ese momento, Montemayor se movilizó para impedir que los fondos del archivo -entre los que destacaban las Capitulaciones de Santa Fe suscritas por los Reyes Católicos y Cristóbal Colón o el acta original de la Paz de Westfalia- abandonasen el pueblo. Pero la lucha sin cuartel que libraron los vecinos -y que llegó al Parlamento andaluz de la mano de Ernesto Caballero- fue en vano, ya que el archivo terminaría abandonando la fortaleza para siempre. Y de noche, como en las peores pesadillas. H