El 15 de junio de 2017 se cumplieron cien años de la constitución de la Sociedad Española de Construcciones Electromecánicas (SECEM), más conocida como La Letro. Para conmemorar tal acontecimiento, la Diputación de Córdoba con la colaboración del Ayuntamiento de la ciudad inauguró a primeros de mayo una exposición en la que se pueden apreciar imágenes, instrumentos, productos, revistas y, en resumen, un reflejo de la historia de esta emblemática empresa, que llegó a tener una plantilla de alrededor de cuatro mil personas en las décadas de los cuarenta y cincuenta.

El trabajo es fruto de una investigación realizada por una serie de personas que un año atrás se pusieron mano a la obra para que el proyecto se transformara en realidad. Se propusieron recuperar de los rincones de la memoria de muchos obreros y empleados los recuerdos y las anécdotas de la que, durante muchos años, fuera la primera industria de Córdoba. La documentación gráfica y los testimonios de un número elevado de trabajadores que pertenecieron y se desarrollaron laboralmente en las instalaciones de la fábrica, así como de vecinos que han vivido parte de su vida en algunos de los tres barrios que la sociedad construyó, han sido recopilados por Bartolomé Olivares Dobao y Pedro Pascual Lindes. Se han generado una serie de documentos de gran importancia, en los que se refleja lo que supuso esta industria para el desarrollo de la ciudad. Esta información será depositada en el Archivo Municipal, para que en un futuro pueda ser consultada.

Cuando hablé con el comisario de la exposición, Rafael Obrero Guisado, me comentó que este proyecto ha representado uno de los trabajos más gratificantes que ha realizado en los últimos años. La gratitud demostrada por los asistentes al acto de presentación, un número alto de antiguos trabajadores y familiares de aquellos que han fallecido, o por la edad no pudieron acudir al evento, ha sobrepasado todas las estimaciones de los organizadores. Cualquier trabajo, aunque tenga líderes y planificadores, nunca es posible sin la colaboración de personas que, desinteresadamente, ofrecen su colaboración. En esta ocasión, han sido muy numerosos los copartícipes que han hecho viable el proyecto que esta ciudad se merecía y que estaba demandando desde hace tiempo.

Quiero congratularme por las palabras de Francisco Ferrero, quien fuera secretario provincial de Comisiones Obreras en la provincia de Córdoba, cuando en una mesa redonda celebrada en la Diputación, reivindicó un museo dedicado a la industria de Córdoba; no solo a SECEM, sino a todas las empresas desaparecidas en nuestra localidad y que, de algún modo, tuvieron su importancia en el desarrollo de la misma. Propuso como local el antiguo cuartel de la Guardia Civil del barrio o bien las antiguas oficinas generales de la fábrica; sin embargo, no considero que lo más importante sea el emplazamiento, sino la determinación de actuar y desarrollar la idea: esta ciudad se merece ese museo. Por tal motivo, desde estas líneas me uno a su propuesta, para que los políticos de nuestra localidad tomen nota y la lleven a cabo.

Inauguración de las instalaciones.

Retomando la lista de colaboradores, quisiera resaltar la participación desinteresada de Juan Manuel Cano Sanchiz, arqueólogo industrial y asesor científico de esta exposición. Desarrolló su tesis sobre la repercusión, tanto industrial como social, de las Minas de Cobre de Cerro Muriano en el siglo XIX; últimamente, ha investigado en Brasil, y su futuro inmediato está vinculado a China. En estos últimos años, ha realizado un estudio pormenorizado sobre la historia, tanto de la fábrica como de los barrios, y los videos, resumen de su trabajo, son parte importante de esta exposición. Constituyen un grupo amplio las personas que han mostrado interés en participar y en contar sus vivencias, para que fueran recogidas y no olvidadas: Manuel León Herrador, Enrique Suárez Tena, Mar García Soria, Carmen Valentín Luna, Antonio Domínguez Prat, Antonio Suárez Tena, Isidoro Castro Rodríguez, Manuel Sanchiz Salmoral, Marcelino Ferrero Márquez, Francisco Ferrero Márquez, Idelfonso López García, Antonia, Lola y Ana Canalejo Caro, Eugenio Ríos Sánchez, Juan Priego Romero, Fernando Triviño Bueno, Rafael Yuste Ponce, Antonia Sánchez Centella, Concepción Sánchez Pérez, Manuel Rodríguez Molina, Ascensión Aranda Jiménez, María Eugenia Vílchez, José Luis Jiménez Aisa, Ángel San José Blanco, Francisco José Huertas, Rosario Girón, Miguel Cerro… Sin obviar a todo el personal de la Diputación, que en estos días ha colaborado activamente para que esta exposición haya sido una realidad.

Tendría que resaltar y hacer una mención especial del buen trabajo que en su día ejecutó en su tesis doctoral Encarnación Sarmiento Martín, ya que supo plasmar los inicios de la sociedad y las dificultades con las que tuvo que batallar hasta abrirse un hueco en un mercado que, allá por los años veinte, se encontró una España que lentamente se modernizaba y se electrificaba. Su extraordinario trabajo fue publicado por la Caja Provincial de Ahorros de Córdoba en 1992 con el título La Electromecánicas, una gran industria cordobesa (1917-1939). No quisiera olvidarme de las instituciones y empresas colaboradoras: Archivo Municipal, Consejo de Distrito Poniente Norte, Asociación Torre del Viejo, Cunext Cooper, ABB, KME Locsa, IBP Atcosa, Club de Matrimonios de la Unión y La Pizpireta, taller de Bicicletas.

TODA UNA VIDA

El que suscribe este artículo ha vivido toda su infancia, adolescencia y juventud en uno de los barrios de la Electromecánicas. Ingresó en la escuela de aprendices en 1969, en el que fuera el último curso, y ha desarrollado toda su vida profesional en las instalaciones industriales de La Letro. Contar en pocas líneas una vida o la historia de la fábrica me es imposible, pues son muchos los años de trabajo y convivencia detrás de aquellos muros. Además, ya he escrito en varios artículos sobre el tema. Tampoco haré una lista ya que, como afirma un gran compañero, las carga el diablo y siempre queda alguien afuera que se puede molestar. Sí me gustaría resaltar que, durante los cuarenta años que pertenecí a la industria del cobre, hemos vivido épocas de continua preocupación y otras de menos actividad reivindicativa; sin embargo, quienes pertenecimos a esta empresa, nunca tuvimos la certeza de que su producción se mantendría indefinidamente en nuestra ciudad, por una serie de razones largas de enumerar. Quisiera narrar una anécdota de mi compañero y gran profesional Gómez León. Contaba que cuando era pequeño y jugaba al fútbol en el campillo, una tarde volvió a su casa para que su madre le entregara el bollo con aceite y azúcar para merendar, y la encontró en la cocina llorando; al preguntarle qué le ocurría, le contestó que su padre había regresado de la fábrica y le había comentado que la iban a cerrar. Esto ocurrió en los años cincuenta. Actualmente, hay que felicitar a Cunext, pues pienso que está recobrando parte de una industria desmantelada, recuperando productos que en su día se dejaron de producir en Córdoba y que en la actualidad han vuelto con fuerza. El cobre es el producto más exportado de la provincia. Durante el transcurso de los años en que mi piel olió a cobre, existieron dos episodios que debo resaltar: el primero es bastante positivo, y aunque la exposición no ha reflejado aquel instante, por motivos de espacio o de cualquier otra índole, no se puede pasar por alto. Me estoy refiriendo al encierro de toda la plantilla en 1981 en la iglesia de los Trinitarios, o de Los Padres de Gracia; allí estuvimos acompañados por familiares y amigos más de veinte días, con el propósito de que esta localidad no perdiera uno de sus productos básicos, el alambrón, y se reivindicó con manifestaciones y protestas en las calles una colada continua para la industria del cobre emplazada en Córdoba. Hay quienes opinan que fue consecuencia de la influencia de tal político o de la implicación de tal otro, pero el triunfo fue de los electromecánicos, que supimos resistir. En la actualidad, esas instalaciones siguen funcionando en nuestra ciudad, con el aumento continuo de puestos de trabajo y la riqueza que eso supone para nuestra localidad. En la segunda, aunque no se triunfó, los trabajadores de Locsa supieron resistir hasta al final, y dieron un ejemplo de pundonor y lucha en defensa de sus puestos de trabajo, ante el desmantelamiento en Córdoba de la fábrica de planos. Una vez más, el desinterés de una clase política, más ocupada de sus intrigas que por los trabajadores de una emblemática industria, y una globalización de intereses de los propietarios, provocaron el cierre de un capítulo importante de la historia del cobre en esta ciudad. Unos años atrás, dicha empresa fabricaba el material para el euro que hoy transportamos en nuestros bolsillos.

No quiero terminar este artículo, sin agradecerles a todos su trabajo, y el que hayan hecho posible esta exposición. La Electromecánicas ha cumplido cien años y en cada trabajador que pasó por sus instalaciones existe un pequeño relato que le agradaría narrar, una lucha obrera que recordar, un compañero que en algún instante le ayudó… o, simplemente, expresar lo que significaron los años que la “Letro” ocupó en su vida. Quisiera terminar invitando a quienes todavía no han visitado la exposición, a que conozcan un capítulo importante de la historia de Córdoba y a los que todavía siguen en activo ¡Ánimo, por cien años más!.