hasta 2014, siempre viajé con mucho equipaje, aunque fuese para unos cuantos días.

En 2014, cuando hice el camino de Santiago, me propuse no cargar con más de 5 kilogramos, incluido el peso de la mochila.

Esto me supuso un profundo ejercicio de sobriedad y economía, en el que continuamente tenía que recordarme el objetivo. Lo superé haciendo una lista tras otra, obligándome a eliminar algo de cada una de ellas. Así y todo, fíjense, me sobraron cosas, pero al parecer no aprendí mi propia lección, porque para los viajes convencionales continué saliendo de casa con, por lo menos, dos maletas, una bolsa de viaje y el bolso.

Viéndome así, uno de mis hijos, ambos impenitentes viajeros, intervino un día: «¿Cuándo vas a convencerte de que sólo tienes dos manos y no puedes viajar con más de dos bultos?»

Como no le faltaba razón, recuperé mi experiencia de peregrinaje y, a partir de entonces viajo con una maleta y una mochila pequeña, o sea, dos bultos, uno de ellos en la espalda, por lo que todavía me queda una mano libre.

Y ahora viene el lío de la maleta, si el viaje es en avión. Casi nadie quiere facturar. Unos, porque temen que les pierdan la maleta, temor bastante justificado, teniendo en cuenta que se pierden más de 20 millones al año; otros, porque no quieren quitar ojo a su amado equipaje. Así que optamos por la minúscula maleta de cabina.

Lo mío tiene más delito, porque llevo maleta de cabina, pero cuando llego al aeropuerto, ya estoy harta de arrastrarla y la facturo.

Pensarán ustedes que a qué viene este preámbulo; pues es para que imaginen lo repleta que iba, hace unas semanas, mi maleta pequeña, para pasar seis días en Lugo, donde, por cierto, o nevaba o llovía.

Y también es para que puedan hacerse cargo del milagro que fue, en el viaje de vuelta, meter, además, dos botillos y medio queso, de Gamonéu.

El queso de Gamonéu no es gallego. Es asturiano y se elabora en los pueblos de Onís, incluyendo Gamonedo, que le da nombre, y Cangas de Onís.

Este carísimo queso pertenece al grupo de los azules; se elabora con leche de vaca, oveja y cabra; su sabor es picante y su aroma intenso.

El botillo de El Bierzo, embutido muy popularizado por el comunicador y periodista Luis del Olmo, también se elabora en Orense y en Lugo, con el nombre de botelo y butelo; la diferencia de éstos con el leonés, radica en las proporciones de costilla y otras partes del cerdo, como corteza, cabeza, carrillada y espinazo. Los que yo me traje son de Fonsagrada.

Por el perfume de la maleta no tienen que preocuparse: todo vino envasado al vacío.