El genial pintor soñó con levantar una plaza de toros, cuyo proyecto arquitectónico lo realizaría el catalán Antonio Bonet Castellana, quien se entusiasmó con la idea. Sin embargo, el espectacular y grandioso diseño nunca se llevó a cabo al contar con la aprobación de Franco.

Pero la pasión taurina taurina de Picasso culminó cuando con motivo de su 80 aniversario le contó a Luis Miguel Dominguín el sueño que había tenido mientras asistía a las corridas en Arles y en Nimes, o incluso en la plaza portátil que había contratado para Vallauris. «¿Sabes Luis Miguel, qué siempre he soñado con hacer una plaza de toros?»… Y durante toda una madrugada, según contaría después el torero, se pasó hablándole de «su» plaza: «Sí, amigo mío, he soñado y sigo soñando con hacer mi propia plaza de toros. Pero no una plaza como las que existen y conocemos. Mi plaza seria un Museo, el museo de todas las Artes, aunque los toros fuesen la sala principal. En mi plaza, además de los toros, habría Pintura y talleres de aprendizaje para los aspirantes a pintores; salas y talleres de escultura, cerámica, repujados del cuero… y naturalmente una gran Biblioteca y salones de lectura. ¡Todas las Artes reunidas en un sólo edificio! Esa sería mi plaza de toros». «¿Y por qué no la haces, tú que lo puedes todo?» «No, no me atrevo, y eso lo digo yo que me he atrevido con casi todo, pero me da miedo la arquitectura».

Sin embargo, muy pronto desaparecieron sus miedos y entramos en contacto con el arquitecto catalán Antonio Bonet Castellana, a quien había conocido en Paris el año 37, cuando la Exposición Internacional que dio a conocer su famoso Guernica. Naturalmente, el arquitecto se entusiasmó con la idea y enseguida se puso a trabajar en un anteproyecto, en el que por indicación del torero se incluía también una gran enfermería con todo lo necesario para atender de inmediato las cogidas de los toreros. Y esa fue nuestra preocupación durante aquel año de su aniversario. Durante muchas horas los tres juntos fuimos llevando al blanco y negro las ideas de cada uno, o mejor dicho, las ideas revolucionarias del genio malagueño. Al comienzo de 1962 el arquitecto Bonet nos presentó el anteproyecto, que era deslumbrante. Una plaza de toros, con cabida para 30.000 personas, plenamente cubierta y con cientos de paneles de cerámica, y hasta salas de proyecciones de películas taurinas.

Resumimos lo más posible aquel anteproyecto:

«A pesar de tener como referentes las plazas de toros españolas, Bonet idea un coso en consonancia con su trayectoria arquitectónica y con el sentido de la arquitectura de masas de su maestro Le Corbusier.

En el anteproyecto que Bonet realiza para Picasso el edificio se presenta como un cuerpo ligero de masas, con una sólida estructura de hormigón armado de bóveda invertida, sujeta por tirantes y cerrada con aletas móviles transparentes de poliéster, acompañada de funcionamiento eléctrico. Los bocetos presentan las dudas que surgen sobre la forma circular o hexagonal de la misma y la posible regulación de la iluminación, incorporando la luz artificial.

El diseño definitivo se ajusta a las pretensiones de Picasso. No fue fácil llegar a él; por el contrario, en los dibujos previos, a mano alzada, se percibe una primera intención de crear la plaza a partir de los precedentes de los arquitectos visionarios del siglo XX, como son los modelos futuristas, pero con un concepto renovador del espacio, sobre todo del concepto de distribución de Le Corbusier. Los primeros bocetos se centran en la cubierta y muestran dos pirámides invertidas, inicialmente de manera sencilla. El problema se plantea con el resultado en el conjunto y su sistema de construcción.

La pretensión era encajar la cubierta en forma de cúpula de plástico transparente, sostenida por materiales de vidrio y de hierro. La utilización del plástico debía ser en forma de cuñas semiesféricas desmontables para aireación e iluminación natural. La idea de una gran cúpula que cubra el coso se perfila desde el primer momento y, rápidamente, aparece la intención más funcional de una cubierta invertida con el consiguiente problema para sustentarla.

El segundo modelo en los dibujos preparatorios era la incorporación de un cuerpo cilíndrico rompiendo el conjunto, con la parte superior de plástico, que pudiera levantarse en verano y sostenido por guías fijas. Este modelo pretendía dar luz central sobre el ruedo, a imitación de un foco gigantesco que concentrara la luz sobre el espacio de la faena taurina. Gracias a estos bocetos preparatorios que nos proporcionan numerosos datos, hasta ahora desconocidos, podemos desarrollar los pasos que se dieron hasta finalizar el proceso de la creación definitiva del coso La decoración de la plaza está sometida a la idea del artista. Picasso elabora sobre el proyecto toda una temática basada en el concepto moderno de la cerámica y de los elementos pictóricos, sin olvidar la tradición del mundo mediterráneo. Para ello, escribe sus ideas sobre las copias de los planos y expone cómo distribuiría los motivos decorativos. La bóveda invertida y de hormigón estaría decorada en su extremo con relieves a la manera clásica. El contorno del mismo tendría 225m. lineales en la superficie, a modo de cinturón. Su idea era realizar un relieve continuado alrededor de toda la plaza, y procurar que fuera contemplado desde el tendido alto y desde la calle. Queremos intuir que cuando Picasso se refiere a la manera clásica, está hablando de la interpretación de los distintos tiempos de la lidia en secuencias taurinas, tal y como realizara en sus series de Arlés en 1960.

En las bóvedas parabólicas el artista había concebido un homenaje a los toreros de la historia, entre ellos a Pepe Illo, de quien era ferviente admirador».

Sin embargo, aquel proyecto, por unas cosas y otras, no pudo llevarse a cabo… y eso a pesar de que Dominguín, con permiso de Picasso, intentó realizarlo en España. Según le contó Dominguín a su biógrafo Olano incluso llegó a planteárselo a Franco y el entonces Jefe del Estado lo aprobó y aceptó que se hiciera en España, aunque le sugirió que buscase también capital privado para que no fuese solo una obra oficial. «¿Entonces, por qué no se hizo?», le pregunta el periodista.

-Ja, ja, ja… ahí llegó lo más curioso, que cuando le dije a Pablo que Franco había dado su visto bueno en lugar de alegrarse se quedó pálido. «No puede ser, si acepto regresar a España me matan los míos, si el PC se entera de esto me condenan a muerte, tú no sabes lo que es enfrentarse a los comunistas franceses», y ahí se quedó la Plaza de Picasso. El genio no se atrevió y no quiso enfrentarse a los suyos.

Años más tarde algunas plazas trataron de imitar el proyecto de la Plaza Picasso. ¿Y con estos antecedentes hay alguien que pueda decir que Picasso no fue un gran defensor de la Fiesta Española por excelencia? Tan defensor que a los antitaurinos les llamaba «esos pueblerinos». Los toros - decía - como el flamenco son España.

(Ver texto completo y dibujo de los planos en la página web del Diario CÓRDOBA)