Pero no habíamos terminado con los percebes y las quisquillas cuando se presentó Jean Cocteau, el amigo de los tiempos heroicos, y naturalmente se sumó a la mariscada gallega.

--¡Mon Dieu! --dijo el francés, antes incluso de acabar con su manojo de negros, en un francés chapurreado de español-- celá c’est la glorí... No me explico moi como los galleguiños se pueden ir de su tierra teniendo estos manyares.

--Ja ,ja, ja... --y Pablo no pudo evitar una gran carcajada- ¡Trés bian! ¡tré bian!... ¡Ay, amigo Jean, pero no olvides que el hombre no sólo vive de percebes!

--¡Ni de quisquillas!... ja, ja, ja --y también Cocteau soltó una gran carcajada--... pero vosotros seguid con lo vuestro, así habrá más fruit de mar para moi.

--Bueno, Pablo, creo que nos quedamos en tus corridas de entre guerras, la belle époque --dijo el joven Olano.

--Sí, sí, nos quedamos en aquellas corridas de 1921, que presencié con Olga en Barcelona primero y luego en Málaga --y el malagueño retomó la palabra, aunque sin dejar de comer percebes, su debilidad gastronómica--. Ya no volví a ver toros hasta 1931, cuando me planté con María Teresa en Madrid, a escondidas de Olga, para festejar dos acontecimientos muy especiales, la proclamación de la República y la inauguración de la nueva Plaza de Toros, sí la de las Ventas, como la llamaron enseguida. Recuerdo como si fuera ayer mismo que el primer toro que salió al redondel se llamaba Hortelano y era de la ganadería Domecq y el torero Diego Mazquianán, el Fortuna. Aquello fue un verdadero festorro, porque en la Presidencia estuvieron hasta Alcalá Zamora y Azaña, y en la plaza no cabía ni un alfiler de más. Sin embargo, aquello fue un espejismo, pues como la plaza se había inaugurado antes de tiempo hubo que suspender las corridas para terminarla y eso tardó tres años. Casi los que yo tardé también en volver, cosa que hice en 1935. Por suerte pude ver la que llamaron «corrida del siglo», ya que Belmonte cortó las cuatro orejas y los dos rabos de sus toros...y más de 15.000 aficionados casi se lo comen entre vítores y aplausos. Esa vez fui acompañado de Olga y nuestro hijo Pablo y, precisamente, en Madrid se produjo la ruptura total con la rusa y nos planteamos el divorcio. Divorcio que, por cierto, nunca llegó a ser realidad, porque la muy cabrona quería llevarse el 50% de todos mis bienes (ya se había enterado que había tenido una hija con María Teresa) y a eso me negué en redondo.

--¿Fue entonces cuando te nombraron Director del Museo del Prado?

--No, no, eso vino después y cuando ya había comenzado la Guerra, concretamente mi nombramiento salió publicado en el Boletín Oficial de la República el 19 de septiembre de 1936.

--Pero, creo que no llegaste ni a tomar posesión ¿cierto?.

--Cierto. Es más ya nunca he vuelto a España.

--¿Y no tomaste parte en el traslado de los tesoros artísticos del Prado?

--Pues, no y sí. En un primer momento fueron, en Madrid, Alberti y María Teresa León, su mujer, los que se ocuparon del asunto y luego un funcionario del Estado, creo que estaba casado con la escritora Rosa Chacel. Pero, yo desde París, tuve que ayudar a resolver los muchos problemas legales que hubo que sortear, tantos que hasta marzo de 1939 no llegó el inmenso tesoro a Ginebra (más de 15.000 obras, entre ellas las de Velázquez, las de Goya, el Greco, Zurbarán, Rivera, Tiziano, Tintoretto, Rafael y tantos más).

--Y, claro está, te olvidaste de los toros.

--Sí, porque con la Guerra de España, primero, y luego con la Segunda Gran Guerra bastante tuvimos con salvar las vidas. A pesar de ello entre 1935 y 1936 viví rodeado, inmerso, en tintas negras y toros, porque fue el año de mi Minotauromaquia.

(Según uno de sus biógrafos: El minotauro —criatura mitológica con cuerpo humano y cabeza de toro— es uno de los grandes protagonistas de la producción picassiana de los años treinta, tanto en pintura como en obra gráfica, y es el tema de este grabado fundamental de Picasso. La minotauromaquia, considerado uno de los mejores del siglo XX. Es un aguafuerte con rascado, de factura perfecta, impreso por Roger Lacourière. Obra de difícil interpretación simbólica, es una síntesis de toda una serie de obras en torno al mito. Los personajes principales son una joven sosteniendo una vela y un ramo de flores, confrontando a la bestia con expresión serena; un gran minotauro en el centro de la composición; una mujer torera (que sugiere como modelo a Marie Thérèse Walter, con quien Picasso mantuvo una relación de años), herida, con los pechos descubiertos, desplomándose de la grupa de un caballo; en la parte izquierda, un hombre subido a una escalera, barbudo y medio desnudo, en actitud de huir; y en la parte superior, dos jóvenes mirando la escena desde una ventana, con palomas. La minotauromaquia, realizada un año antes del inicio de la guerra civil española, está considerada como uno de los precedentes inmediatos del Guernica).

--Sin embargo, en cuanto compré la casa de Vasauris (Costa Azul) en 1947 comencé a acudir a las corridas que se celebraban en Arles y Nimes, las plazas más cercanas. Es más, y te vas a reír, incluso llegué a contratar una plaza portátil para yo montarme mis propias novilladas y alguna que otra corrida. Famosa fue la que promoví en Arles en 1958 para darle la alternativa al joven Pierre Schull, el más famoso de los toreros franceses de aquella época. Porque aquella tarde conocí personalmente a nuestro amigo Luis Miguel. Recuerdo que los toros fueron de la ganadería del Duque de Pinoshermoso y que el testigo de la ceremonia fue el también español Luis Segura. Al finalizar la corrida, Luis Miguel cortó las 2 orejas de su segundo y Schull las 2 del de su alternativa y ambos salieron a hombros, di una cena para ellos y un grupo de amigos en mi casa, con jamón, salchichón, chorizo y morcilla incluidos, pero de los de verdad verdad. Fue esa larga madrugada cuando Luis Miguel me demostró que de toros lo sabía todo y cuando nació nuestra gran amistad... y nuestra idea de escribir e ilustrar algo juntos.