Entre 1907 y 1908, superadas ya la Etapa Azul (la de la miseria y la de las necesidades económicas) y la Etapa Rosa (la de la supervivencia y el inicio del amor), Picasso se traslada con su amadísima Fernande a la granja ajardinada La Rue-des-Bois que había adquirido en esa localidad al norte de París… y es allí donde, sin descuidar los desnudos y paisajes, «con acertadas y vigorosas pinceladas marrones y naranjas e intensas tonalidades de verdes» (R. Inglada), comienza a realizar los primeros bocetos (más de 500) de la obra que sería el comienzo del Cubismo y la que le lanzaría ya ciertamente a la fama: Las Señoritas de Avignon (según los críticos la obra más importante de la pintura europea del siglo XX).

Fue el comienzo de la etapa más brillante de Picasso, como lo ratifica el contrato que firma el 18 de diciembre de 1912 con el marchante y galerista alemán Daniel-Henry Kahnweiler:

«Me comprometo a no vender a nadie más que a usted. Las únicas obras exentas de esta condición son las pinturas y dibujos anteriores que me pertenecen. Tengo derecho a aceptar encargos de retratos y grandes decoraciones destinadas a un lugar concreto. Los derechos de reproducción de las obras que usted adquiera serán de su propiedad. Me comprometo a venderle a precios fijos toda mi producción de pinturas, esculturas, dibujos y grabados, reservando un máximo cinco pinturas al año para mí. Me reservo el derecho de conservar el número de dibujos que estime necesario para mi trabajo. Me permitiré decidir cuándo un cuadro está acabado. Se entiende también que durante estos tres años no tendré el derecho de vender ninguno de los cuadros y dibujos que haya reservado para mí. Por su parte, usted conviene durante los tres años a comprar a precios fijos toda mi producción en forma de cuadros y gouaches, así como un mínimo de veinte dibujos al año. Los precios que hemos acordado para el plazo de vigencia de nuestro acuerdo son los siguientes:

Dibujos, 100 francos; gouaches, 200 francos; cuadros de hasta el núm. 6 incluido, 250 francos; de los núms. 8,10,12,15,20, 500 francos; de los núms. 30,40, 50, 1.500 francos; del núm. 60 y mayores, 3.000 francos

Por decidir los precios de las escultura y grabados».

Pero, antes de hablar de Las Señoritas de Avignon conviene decir algo de lo que fue el movimiento cubista, que sería el más importante de los ismos que vendrían después. Según Gertrude Stein, la norteamericana que había acordado con él comprarle todos los cuadros que pintara para su colección particular, los padres del cubismo fueron Picasso y Braque (más tarde se sumaron Gris y Léger) influidos por Las grandes bañistas de Cesanne. La americana decía que el Cubismo era la ruptura con el pasado, ya que ponía punto final a la concepción del Realismo y hasta del Impresionismo y daba tres razones para su creación: «En primer lugar, la composición. Como había cambiado el modo de vida la composición de la vida se amplió y una cosa era tan importante como cualquier otra. En segundo lugar, empezó a disminuir la fe en lo que ven los ojos, es decir, la creencia en la realidad de la ciencia. (…) En tercer lugar, desapareció el marco de vida, la necesidad de que un cuadro exista en su marco, que se mantenga dentro de él. Un cuadro en su marco era algo que siempre había existido, pero los cuadros comenzaron a desear abandonar sus marcos, y también eso creó la necesidad del cubismo».

Aunque para Picasso el Cubismo (por cierto que al genio malagueño nunca le gustó la palabra Cubismo) sólo era el afán de experimentar que tuvo a lo largo de su vida. Picasso, «dominador del arte del dibujo» como ya había demostrado en obras anteriores, sólo pretende buscar otras dimensiones de lo que tiene a la vista, no se conforma con pintar la cara de un objeto, persona o paisaje (muchos años antes Canova al hacer la escultura famosa de Paulina Bonaparte desnuda no se conformó con presentarla de frente sino que realizó la misma reflejando la espalda vista desde atrás), sino que busca lo que hay detrás o alrededor y entonces surgen las formas geométricas. «En el centro de su discurso artístico aunque se mantiene firme la figura humana, en especial la femenina, sometida a una simplificación, aparece la alternancia de rasgos cóncavos y espacios planos, de entrantes e improvisados contornos lineales, que crea un ritmo y una musicalidad que procede por analogía: las partes del cuerpo remiten unas a otras, constituyendo los signos pictóricos de un lenguaje estético autónomo y haciéndose extremadamente manipulables a partir de la ruptura de la perspectiva» (P. Esteban).

Las Señoritas de Avignon

Y ahora vayamos con Las Señoritas de Avignon, la obra más pictórica de toda su trayectoria artística (según los críticos muy superior, incluso, al Guernica de su madurez). Al parecer el cuadro se llamó en un principio el Burdel de Avignon, ya que en realidad las protagonistas de la obra son prostitutas de un burdel que había conocido, precisamente, en la calle Avignon de Barcelona, lo que dio lugar a confundirlo con la ciudad francesa del mismo nombre. También durante el proceso de creación hubo cambios, ya que en el primer proyecto incluía a un muchacho que irrumpía en la escena con una calavera en la mano que después sería sustituido por un marinero y al final en una mujer desnuda. La cesta con frutas del centro de la escena alude al hecho de que las mujeres están a punto de ponerse a comer. «El rechazo total del relieve -Picasso, Paloma Esteban--, la neta división en superficies planas y cerradas por el contorno, la fragmentación geométrica y la superposición de fondo y figuras son algunos de los rasgos fundamentales de la obra, en la cual Picasso abandona los sombreados para dejar exclusivamente a los nítidos trazos de los contornos y de los tonos la creación del volumen».

Se dice, por otra parte, que Picasso se inspiró para su obra en «El baño turco» de Ingres y mucho en la «Visión del Apocalipsis» de El Greco, lo cual indica y confirma la gran influencia que tuvo siempre en Picasso el famoso griego ubicado en Toledo.