Dijimos la semana pasada que seguiríamos hablando del Carnaval y aquí estamos, dedicando días al regocijo antes de que llegue el miércoles de ceniza. El origen del Carnaval se remonta a las fiestas dionisiacas (vino) griegas, y a las romanas saturnales (de invierno) y lupercales (del lobo); las últimas, coincidentes en fecha con la de San Valentín.

El entierro de la sardina, fiesta inmortalizada por Goya en su famoso lienzo, se celebraba el miércoles de ceniza y consistía en un desfile en forma de cortejo fúnebre, con objeto de quemar un monigote con figura humana, llamado carnestolendas, al que se enterraba con una sardina en la boca; todo, pretexto para pasar el día en el campo entre comilonas y bailes.

La sardina simbolizaba la costumbre de enterrar la canal de un cerdo el primer día de cuaresma, para anunciar de una manera palpable que desde aquel día quedaba absolutamente prohibido comer carne.