El año 1917 fue crucial para el mundo. Seguía la Primera Guerra Mundial, aunque había entrado en una fase de incertidumbre, pues la ventaja alemana en el frente oriental quedó compensada con la entrada de los Estados Unidos de América al lado de los aliados. Había explotado la más mortífera epidemia de gripe de la Edad Contemporánea (entre 50 y 100 millones de muertos) y había estallado la Revolución Rusa (la primera, la de Kerensky, la de los comunistas de Lenín vendría en octubre). O sea, que el mundo, sobre todo Europa, vivía un verdadero desastre.

No menos malo fue ese año para España. Porque tres acontecimientos iban a poner en jaque a todas las instituciones, empezando por la Monarquía. Primero fue el desafío militar de las Juntas de Defensa, un movimiento sindical que no estaba previsto en las leyes y que derribó varios Gobiernos. Después vino el desafío político, la llamada ‘Asamblea de Parlamentarios’, iniciada por la Lliga Regionalista, liderada por Francés Cambó, y seguida por los parlamentarios que no habían aceptado el cierre del Congreso y la suspensión de las Cortes Generales. La Asamblea de Parlamentarios, reunida en Barcelona, exigía elecciones generales a Cortes Constituyentes de cara a una nueva organización del Estado (o sea, de la Monarquía).

Y en tercer lugar, aunque ya venía orquestándose desde finales de 1916, llegó la Huelga General Revolucionaria, patrocinada por el PSOE y la UGT de Pablo Iglesias, a la que se unió la Confederación General de Trabajadores:

«Con el fin de cambiar a las clases dominantes a aquellos cambios fundamentales del sistema que garanticen al pueblo el mínimo de condiciones decorosas de vida y de desarrollo de sus actividades emancipadoras, se impone que el proletariado español emplee la huelga general, sin plazo definido de terminación, como el arma más poderosa que posee para reivindicar sus derechos».

Tras muchos debates ambos sindicatos (socialistas y anarquistas) llegaron a un acuerdo y a finales de marzo lo firmaron Julián Besteiro y Francisco Largo Caballero, por la UGT, y Salvador Seguí y Ángel Pestaña, por la CNT... y el ‘Abuelo’ lo pasó fatal, porque la enfermedad ya estaba minando su organismo y muchos días no podía ni moverse de la cama.

UN MOVIMIENTO INÚTIL

Aún así hizo los mayores esfuerzos por tratar de unificar el movimiento militar con el movimiento político y el movimiento social-económico. Pero, no pudo ser, los objetivos de las tres fuerzas eran muy dispares y cada uno buscaba lo suyo. Y de eso se aprovecharon los Gobiernos, a los militares les dieron todo lo que pedían y exigían y acabaron siendo sus mejores defensores a la hora de la represión. A los políticos les «compraron» con un Gobierno de Concentración, en el que hasta le dieron un Ministerio a Cambó, y la promesa de celebrar elecciones generales el año siguiente.

Y el PSOE y la CNT se quedaron solos y a los pies de los caballos. Durante el mes de agosto, y por sorpresa, los miembros del Comité de Huelga fueron detenidos y encarcelados, entre ellos Besteiro, Largo Caballero, Daniel Anguiano y Andrés Saborit (Indalecio Prieto, como otras veces, consiguió burlar a la policía y exiliarse a París). El resultado de la huelga general fue un total de 75 muertos, 194 heridos y más de dos mil detenidos. Poco después los máximos responsables fueron juzgados y condenados a cadena perpetua. ¡Lo que le faltaba al enfermo Pablo Iglesias! Ver a sus herederos políticos en la cárcel y a «su» PSOE perseguido le acabaron de hundir físicamente.

SORPRENDENTES ELECCIONES

¡Ay!, pero, ciertamente, España es diferente y en las elecciones generales del año siguiente no sólo salieron elegidos diputados los cuatro que estaban en prisión, sino también el que se había marchado al exilio y, por supuesto, el ‘Abuelo’ (Pablo Iglesias ganó todas las elecciones que se celebraron desde que entró por primera vez en las Cortes en el año 1910, o sea las de 1914, las de 1916, las de 1918 y 1919 y las de 1920 y 1923). En el Socialista escribió estas palabras el 2 de agosto de 1917 (ver texto completo en la página web del Diario Córdoba, www.diariocordoba.com):

«Es de necesidad para los españoles que el régimen político imperante desaparezca y que se anule a los partidos que con él han desgobernado a la nación.

Su existencia es dañosa para todos los grupos sociales, y todo lo que viva, todo lo que dure sólo servirá para empeorar la mala situación que ha creado.

Esto lo comprende ya el país entero...

¡Abajo el régimen monárquico! ¡Paso al régimen republicano, que a la vez que permitirá a la burguesía alcanzar su pleno desarrollo, dará facilidades al proletariado para constituirse en poderosa fuerza, influir notablemente en los asuntos nacionales y acelerar el feliz momento de poner remate a los antagonismos sociales!».

LA SITUACIÓN EMPEORA

Lo que está claro es que la situación política empeoró y que la Monarquía se tambaleaba, que los partidos que habían gobernado durante la Restauración ya no estaban a la altura de las circunstancias... como lo demostraba el hecho que los gobiernos apenas si duraban un año. En ese contexto no sorprendió que un grupo de anarquistas asesinasen a Eduardo Dato, a la sazón presidente del Gobierno, en la mismísima Puerta de Alcalá de Madrid (08-03-1921).

Todo aquello afectaba a Pablo Iglesias más que el inmenso trabajo que había desarrollado a lo largo de su vida, a pesar de lo cual seguía siendo el mismo de siempre . Como dato curioso, hay que resaltar que cuando dejó de ser director de El Socialista renunció al sueldo que tenía como tal y que cuando vio que por su larga enfermedad y sus achaques físicos no podía acudir a las sesiones del Congreso como diputado también renunció a su sueldo y los últimos años los tuvo que vivir porque tanto el PSOE como la UGT decidieron por aportaciones voluntarias ponerle un sueldo digno y vitalicio.

Y, sin embargo, lo peor estaba por llegar y llegó en 1921.