El montillano Gonzalo Fernández de Córdoba es uno de los grandes héroes de la historia de España. Apodado el Gran Capitán por su brillante actuación durante las guerras de Nápoles, se ganó el respeto de los Reyes Católicos y de gran parte de sus enemigos. Fue el encargado de negociar la rendición de Granada con el rey Boabdil, poniendo fin a ocho siglos de dominio musulmán en la península, y los expertos aseguran que cambió la forma de hacer la guerra para siempre. Hay quien lo define como el guerrero más noble, generoso y puro que haya pisado la tierra. Y a pesar de ello, sus restos se encuentran entre los más vapuleados de los últimos siglos. Tras su muerte en Loja en 1515, el cadáver de don Gonzalo fue enterrado en 1552 en el Real Monasterio de San Jerónimo, uno de los monumentos de la época de los Reyes Católicos que aún se conserva en Granada. En su cripta reposó bajo la custodia de los monjes jerónimos hasta 1810, cuando las tropas napoleónicas arribaron a la ciudad nazarí durante el transcurso de la Guerra de la Independencia. Bajo el mando del general Sebastiani, los soldados franceses profanaron dicho templo, convirtiendo sus capillas en cuadras, robando todas sus obras de arte y quemando más de setecientos estandartes ganados por el militar español. Para colmo, el propio Sebastiani descolgó de la pared la réplica de la espada del Gran Capitán para decapitar con ella la momia del hombre que tres siglos antes había sometido a las tropas francesas en el reino de Nápoles. Si bien la cabeza del ilustre montillano nunca volvió a aparecer, el resto de la osamenta quedó esparcida y revuelta con la de sus familiares por la cripta, hasta que un monje granadino los puso a salvo en su propia casa. Éste los entregó al Gobierno Civil, que no pudo evitar que en 1868 viajaran hasta la iglesia de San Francisco el Grande de Madrid, donde estaba previsto incluirlos en un panteón de españoles ilustres. Pero este proyecto nunca llegó a materializarse, y pocos años después, un arqueólogo granadino los introducía en su maleta y los llevaba de vuelta a Granada. Allí fueron depositados de nuevo en su cripta del monasterio de San Jerónimo, donde al fin descansarían en paz. O eso creíamos, porque una investigación del Instituto Andaluz del Patrimonio llevada a cabo en 2006 puso de manifiesto que los restos humanos que ocupan su tumba no pertenecen ni a don Gonzalo Fernández de Córdoba ni a su familia. Ha pasado más de una década desde entonces, y a día de hoy, tanto el paradero de la cabeza como el del resto del cadáver de nuestro Gran Capitán continúa siendo un misterio.

(Nota del autor: En el artículo de la semana pasada se situó por error la ermita de la Virgen de Guía en Hinojosa del Duque cuando su ubicación es en Villanueva del Duque)

(*) El autor es escritor y director de ‘Córdoba Misteriosa’. Puede seguir su trabajo en www.josemanuelmorales.net