Informo a mis admirados lectores y lectoras que hoy no tengo ganas de mover ni un dedo. Paso la semana flipando en CopiPlano, ejemplar copistería donde Juan José Peinado y Pilar Rivera están llevando a cabo la proeza de recopilar una multitud de escritos, recortes de prensa, artículos de opinión, fotografías, más de 300 biografías de personas queridas y admiradas. Esta obra será publicada por los genios Manuel Gahete y Javier Ortega con el título Historia del Ateneo de Córdoba, de cuyos inicios en el Polígono Guadalquivir se cumplen estos días 33 años.

En alguna de las cárceles que recorrí por diversas recomendaciones judiciales en los años jovenzuelos de mi fantasiosa y pajolera vida (1965 -1977), escuché varias veces una coplilla que decía: «Al que roba un pan le llaman ladrón, al que roba un capital le dicen señor, señor de la sociedad». En el poderoso y explotador sistema capitalista que nos atabala, la honradez es una virtud que está en declive o cuesta abajo, que diría uno de Montemayor. Como dejó escrito hace poco en el CÓRDOBA monseñor Demetrio Fernández «la corrupción se ha generalizado, se ha hecho universal», pues «ahí tenemos los casos de grandes corrupciones, que casi todos los días aparecen en las noticias, desfalcos, apropiación de dinero público, negocios sucios donde se gana mucho dinero en poco tiempo, y pelotazos de todo tipo». Las pequeñas corrupciones de la gente de a pie mejor lo dejamos a un lado pensando siempre en el espíritu evangélico y la letra de la copla de antes: el que roba un pan, etcétera. Porque si entramos en la cuestión taleguera habría que preguntarse cuántos de los grandes chorizos nacionales son encerrados en esta España de nuestros impuestos, amores y amoríos. Y cuánta gente pobre sufre malos tratos y prisión por el infeliz robo de un puñaíllo de euros.

La cuestión, señala el obispo, «es que no se puede servir a Dios y al dinero», cuando lo que se debe hacer es «confiar sin límite en la providencia de Dios», que suele «llevarnos por caminos de austeridad y pobreza». La pena es que los grandes choris españoles, los más católicos, apostólicos y romanos, los más arraigados en nuestra madre patria, los que más temen y odian a sus compatriotas pobres, son quienes públicamente hacen más gala de su patética beatería.

Y eso desprestigia mucho a la fe, al patrioterismo, a las cuentas corrientes en paraísos fiscales, al dese de su santa madre y hasta el de las pobres mujeres con las que esta noche duerman, oh Bella ciao. La pena no es la que pida el fiscal o la que dicte el tribunal de turno, la pena es que nunca llegan a cumplirla.

Finalizo el mitin en La Providencia del Corregidor, único lugar donde me fían el de Rute. Saludo a Mario Steliac, Juan Prieto, Rafael Morales, Lucas León, Jesús Cabrera, Rafa Leva, Isabel Niñoles, Paco Jiménez, Paco Lucena, Manolo Ortas, Ricardo Guerrero y Manuel Cabrera, de Refocor, empedernido lector del Zoco dominguero.