La Vía Verde del Aceite se abre camino entre los infinitos campos de olivos que abrazaban la antigua línea férrea Jaén-Campo Real (Puente Genil). Construida a finales del XIX por la recién nacida Compañía de Ferrocarriles Andaluces, el llamado Tren del Aceite estuvo a pleno rendimiento hasta después de la Guerra Civil y permaneció en servicio, aunque precario, hasta 1985. Tras un laborioso trabajo de recuperación ese recorrido es hoy la mayor vía verde de Andalucía.

A través de los 120 kilómetros que separan las estaciones de Jaén y Campo Real, a los que se suman otros 7,8 del ramal a Baena, la vía discurre por los paisajes de sierra y campiña que han sido testigos, en el último siglo, del transporte de viajeros y mercancías cuya vida giraba en torno al oro líquido. Por sus vías, hoy visibles en algunos tramos, circulaba el tesoro de las dos provincias españolas por excelencia, pero también los carbones de la cuenca de Belmez y los metales de los yacimientos de Linares.

El recorrido discurre por el término municipal de 15 localidades: la capital jienense, Torre del Campo, Torredonjimeno, Martos y Alcaudete, en Jaén; y Luque, Baena, Zuheros, Doña Mencía, Cabra, Lucena, Moriles, Aguilar de la Frontera y Puente Genil.

Con un firme mixto, en ocasiones de asfalto y otras veces de zahorra, y con desniveles ligeros, el camino está incluido en el catálogo de vías accesibles, por lo que es apto para que se recorra a pie o en bicicleta y perfecto para las familias con niños, pero también para mayores o personas con movilidad reducida.

Recorrer la Vía Verde del Aceite brinda, además, la oportunidad de realizar un paseo por la historia, desde la Prehistoria hasta nuestros días.

Con tramos cercanos a la frontera que dividía a Córdoba con el reino nazarí, el viajero podrá descubrir en el camino la huella de las distintas culturas que han vivido en estas tierras durante varios milenios. Desde fortalezas y puentes medievales hasta yacimientos íberos y romanos, la Vía Verde del Aceite desvela algunos de las más significativas muestras del patrimonio cultural andaluz.

Por lo que se refiere a la riqueza natural y paisajística, la Vía Verde del Aceite discurre entre la campiña y la montaña, entre las lomas, cauces de arroyos y ríos que conforman las sierras béticas y Subbéticas y las reservas naturales de la Laguna Honda y del Salobral.

Perderse por esta vía ofrece la oportunidad de disfrutar de espacios naturales de gran interés geológico, surcado de cuevas que permiten la práctica de la espeleología o de grutas de gran valor cultural, como la Cueva de los Murciélagos de Zuheros, un monumento natural con numerosas formaciones calizas de extraordinaria belleza y que estuvo habitado desde el Paleolítico hasta época romana.

El camino está además colmado de numerosas obras de arquitectura civil e industrial que acompañaron el nacimiento del trazado de la línea férrea. Se trata de 13 viaductos o puentes metálicos, muchos de ellos del siglo XIX, seis pasarelas peatonales, cuatro túneles y doce estaciones.

Además esta vía es una de las mejor dotadas en cuanto a equipamientos y a la oferta complementaria que se ofrece a lo largo del todo el recorrido. Así, el viajero se encontrará en el camino con estaciones convertidas en centros de interpretación del aceite, en centros de ocio y turismo o en restaurantes, lo que le da personalidad al trayecto.

Y junto a ello un paisaje repleto de antiguos cortijos y almazaras, unos en funcionamiento y otros rehabilitados para diferentes usos, que se suman a la a amplia oferta gastronómica y de alojamiento de la zona y que la convierten en un destino aún más atractivo.

Precisamente la riqueza enogastronómica de los municipios que conforman esta vía verde es otro de los grandes atractivos de los distintos itinearios. Es una oportunidad para desgustar los platos y propuestas culianarias que tienen en la cocina tradicional su razón de ser y en la que se adivina la huella andalusí, presente en cada rincón de un camino que iremos descubriendo cada fin de semana.