En 1903 apareció en París la obra del noble y general francés François Nicolas Guy Napoleon Faverot de Kerbrech titulada El arte de conducir y enganchar, subtitulado ayer y hoy. El militar galo, y caballerizo de Napoleón III, ya reconocía en el prefacio de su obra que «en materia de enganches no inventamos nada».

Hoy, más de cien años después, se sigue manteniendo el enganche de tradición, respetando y conservando lo que respetó y conservó Faverot de Kerbrech. Cambian los carruajes, se mejoran los atalajes, pero continúa el amor a una cultura que cambió el primitivo dominio del hombre a caballo por la elegancia, belleza y sofisticación del carruaje tirado por magníficos animales, que difundía, a través de la distancia y la separación que ofrecían los artísticos y voluminosos vehículos hipomóviles, el poder y grandeza de sus propietarios, nobles, ricos burgueses o empresarios que culminaban una vida de riesgo y aciertos.

Córdoba no fue ajena a esta situación y bebió de esta cultura del coche de caballos desde el siglo XVI.

Cinco siglos después, la ciudad muestra un florecimiento del carruaje de tradición, que se manifiesta en las importantes e imponentes cocheras y colecciones de coches de caballos existentes en la capital y provincia; en la participación constante y numerosa en los principales concursos nacionales de atalaje de tradición; en la existencia de dos de los clubes más importantes que existen en España, el Club de Enganches -el que más medallas de oro individuales y por equipos posee en la nación en el ámbito deportivo- y el Club de Carruajes de Tradición; en las exposiciones sobre estos coches de caballos, que durante los dos pasados años han tenido lugar en el Oratorio de San Felipe Neri -perteneciente a la Subdelegación de Defensa-; la celebración, el primer sábado de la Feria de Nuestra Señora de la Salud, de la exhibición de carruajes de tradición, organizada por el Club de Carruajes de Tradición de Córdoba; la marcha hípica del 28 de Febrero, y el Concurso Internacional de Enganches (CIAT), a cargo del mismo club, que forma parte de Cabalcor, la Feria del Caballo de Córdoba, y que, como todo evento que alcanza la cuarta edición, se ha afianzado.

El carruaje de tradición se sustenta en una cultura de siglos. A partir del XVI puso en el escaparate de todo el pueblo la elegancia, belleza y el poder que significaba que las clases dirigentes fueran en carruajes tirados por caballos, siendo vistos por todos pero ausentes y distantes de la población. Con el paso del tiempo, la burguesía cordobesa comenzó a adquirir coches de caballos para mostrar su protagonismo social, con la aparición de varios maestros de fabricar coches en Córdoba.

Si hasta principios del siglo XIX fueron los nobles los que poseían la mayoría de carruajes, destacando las berlinas y los landós, tras la severa ocupación napoleónica el número de coches de caballos decayó bastante, tanto por la destrucción como por la confiscación por parte de los ejércitos contendiente, principalmente el francés. La Córdoba de finales del primer cuarto del XIX se vio empobrecida tanto en número como en calidad, prevaleciendo los vehículos hipomóviles de dos ruedas. Será en 1880 cuando la ciudad se corone con una gran cantidad de carruajes de lujo, cerca de 120, sin contabilizar los dedicados al transporte tanto interior como entre poblaciones, al uso agrícola y empresarial. Otro momento de auge se puede considerar principios de la década de los veinte del pasado siglo. El declive del carruaje comenzó con la difusión del coche de motor, aunque la tradición siguió manteniéndose tanto en las zonas rurales como en las principales festividades de la ciudad.

En la actualidad la capital y la provincia parece que se retrotraen a la época de esplendor, tanto en número, como en 1880, como en calidad, como se demostró durante la visita de Isabel II a la ciudad de Córdoba en 1862, en el que la nobleza local puso a disposición del cortejo real sus mejores carruajes de gala.

Córdoba cuenta hoy con excelentes cocheras o museos, definición que depende del criterio del cochero que los colecciona. Y su número puede extrapolarse a los años dorados.

Un carruaje de tradición viene definido por el año de construcción, según la AIAT (Asociación Internacional de Atalaje de Tradición). 1950 (www.aiat-driving.net) es el límite para que un coche de caballos sea antiguo o moderno. Es la frontera que por días los hacen más interesantes e históricos o más novedosos. Pero no es solo la fecha. Son innumerables las actuaciones sobre los carruajes que los devalúan o enriquecen, como las transformaciones, modificaciones o añadidos.

Córdoba se ha ido enriquecido en calidad en su parque de carruajes. Además de las berlinas, landós, duques, milords. carretelas, breaks, charabanes, faetones, sociables, ómnibus o jardineras, los cocheros cordobeses han añadido vehículos de otros países o continentes como buggy, dog cart, mail coach, park drag, curricle a pompe, tilbury, coking cart, sulky, etc.

Y en cantidad, también, para continuar paseando tradición por una ciudad a la que sienta bien desde hace siglos el carruaje de tradición.