El carnaval es, posiblemente, la fiesta pagana más celebrada alrededor del mundo. Son días de bullicio y diversión, y aunque nos pueda sorprender, su origen se remonta al pueblo sumerio, que ya lo festejaba disfrazándose hace al menos 5.000 años. La tradición actual proviene de las festividades egipcias que honraban al toro sagrado Apis y de las saturnales romanas, amén de otros rituales en honor al dios del vino, Baco. A raíz de la expansión del cristianismo, la fiesta toma mayor auge, y aunque no está reconocida como un evento religioso por la Iglesia, se relaciona directamente con la celebración litúrgica de la Cuaresma.

Su comienzo varía cada año, pues se celebra justo antes del Miércoles de Ceniza. Puesto que esta fecha daba paso a una etapa de oración y recogimiento, durante las jornadas carnavalescas estaba casi todo permitido. De ahí la necesidad de taparse el rostro y mantener el anonimato, para no ser juzgados el resto del año por las acciones cometidas durante esos días de exceso y desenfreno.

La Iglesia católica trató de explicar su etimología como carne-vale, traducido del latín «adiós a la carne», ya que durante la Cuaresma se prohibía al pueblo ingerir este alimento los viernes. Pero su verdadero significado es un poco más siniestro. El auténtico origen del término carnaval sería «carne para Baal», una deidad oscura adorada en la más remota antigüedad por babilonios, caldeos, filisteos y otros pueblos de Asia Menor. Sus seguidores lo honraban con sacrificios humanos, preferentemente bebés recién nacidos, y se organizaban en su honor bacanales de todo tipo. En esencia, se trataba de entregar carne -ya fuera la persona que servía de ofrenda o la de los participantes en la orgía- a este demonio, tan poderoso como perverso según la mitología.

En nuestro país, esta celebración se encuentra documentada desde la Edad Media, aunque es en el Renacimiento cuando adquiere personalidad propia. Concretamente en Córdoba, el primer encuentro carnavalesco oficial se produce en 1822, en la Plaza de la Corredera, y de ahí se extiende por barrios próximos como San Agustín o San Rafael. En 1937, a raíz de la Guerra Civil, el carnaval es prohibido, sobreviviendo desde entonces a través de discretas fiestas de disfraces en entornos particulares. No será hasta 1970 cuando se vuelva a permitir públicamente, teniendo lugar el Primer Concurso de Agrupaciones Carnavalescas de nuestra ciudad tan sólo trece años después.

Hasta 800 agrupaciones han desfilado por las tablas, primero del Cine Góngora, luego del antiguo Palacio del Cine, y finalmente, del Gran Teatro. Este año, por obras en este último edificio, el concurso ha regresado excepcionalmente a su emplazamiento original, donde se estará celebrando hasta el próximo viernes.

(*) El autor es escritor y director de «Córdoba Misteriosa». Puede seguir su trabajo en www.josemanuelmorales.net