Obnubilado me hallo, sin haber libado aún ni una de esas lágrimas ruteñas que le dan sentido a la mecanográfica tarea del escribiente arriba firmante. Lo decía este periódico: «Los empresarios vuelven a la carga por las bajas de enfermedad». Son esas palabras una señal de que el obrero no está solo. El obrero sigue cobrando una mierda por su trabajo, cuando lo tiene. El obrero no puede atender a su familia en sus necesidades más inmediatas porque el salario, hoy como siempre, es una limosna y lo seguirá siendo mientras el hombre siga siendo un lobo para el hombre. Pero el hecho de que los empresarios se preocupen por su salud es señal inequívoca de que el obrero es algo para el empresario, las mutuas, la CEOE, Cepyme. Incluso, colmando la dicha obrerista, me atrevería a decir que el Gobierno del PP con Mariano Rajoy, más su ministra de Trabajo e Inseguridad Social Fátima Báñez, valora la tenaz existencia de los trabajadores españoles. Y aquí la pregunta aunque ociosa resulta de una utopía insoslayable: ¿Qué sería de los vividores políticos españoles si algún día surgieran hombres y mujeres dotados de las cosas orgánicas que hay que tener, además de inteligencia, decencia y humanidad, para que los honrados trabajadores, auténticos pilares de esta patria siempre a media asta, fueran tratados con el merecido respeto? Y hablando de obreros, también están los prudentes y abandonados en las colas de las oficinas de Empleo, mirados con esa crueldad tan propia de la que hacen gala los desalmados burócratas europedos, que no han sabido del sudor en su puta vida. En cuanto a los médicos de las mutuas, habría que decir que son dignos profesionales como los de la Seguridad Social, que a fin de cuentas es la que paga o debería pagar los días de baja a todos los trabajadores asegurados. También sería bueno hablar del canalleo que se traen algunos empresarios en las fechas de alta o de baja a sus trabajadores en esa Seguridad Social, siempre a merced de los perrilleros. Por lo demás, parodiando al gran poeta sevillano Rafael de León, «tó se orvía». Quizá tengamos algún día políticos en lugar de rutilantes estrellas, y nos sirva de alegría cantar a los obreros la nana aquella: «No te pongas enfermo, currante loco, que la empresa no quiere ni tú tampoco. Pensarán: «No es cierto ná, yo sé que lo estoy soñando». Pero en la mutualidad agonizarán llorando, no por empresarios, médicos, ni practicantes, sino por su mujer y los hijos, por ellos su dolor ya es bastante».

Acto seguido me voy a La Providencia del Corregidor con Mario Steliac, Juan Prieto, Paco Lucena, Francisco Ruano, Rafaela Sánchez, Lucas León, Esteban Gálvez, Manolo Ortas, Ricardo Guerrero. Tras ruteñas libaciones se presenta el escritor Manuel Sanchiz Salmoral con los últimos ejemplares de su magnífico libro Córdoba y el cobre (La Electromecánicas: 1917-2017).