A menudo en los departamentos de astronomía de las universidades o en los observatorios astronómicos se reciben llamadas de ciudadanos anónimos que se han visto sorprendidos por la observación de un objeto extremadamente brillante justo después de la puesta de Sol.

No se trata de ningún OVNI ni ningún satélite artificial sino simplemente del planeta Venus, el objeto más brillante del cielo si exceptuamos el Sol y la Luna.

Desde hace algunas semanas, tras la puesta de Sol y todavía con las luces del crepúsculo, se observa hacia el oeste un punto notablemente brillante, que se pone unos minutos después del Sol. Se trata del planeta Venus y a partir de ahora se podrá observar cada día un poco mejor, hasta bien entrado el verano, puesto que desde nuestro punto de vista se está separando del Sol.

¿Matutino o vespertino?

El segundo planeta del Sistema Solar se encuentra en una órbita más cercana al Sol que el planeta Tierra y por ello forma parte de la categoría de los planetas inferiores, junto con Mercurio. Los planetas así denominados se encuentran desde nuestro punto de vista en direcciones del cielo cercanas a la posición del Sol y por eso las opciones para observarlos son muy diferentes al resto de planetas con órbita más lejana que la Tierra.

En su periplo por el cielo, Venus puede presentarse desde nuestro punto de vista como un objeto observable por la mañana, si se encuentra situado al lado oeste del Sol (lo que denominamos elongación oeste u occidental), o como un objeto vespertino, si se encuentra al este de nuestra estrella (elongación este u oriental).

La máxima separación que puede mostrar respecto al Sol es de un ángulo de unos 47 grados, por lo que el planeta se puede observar durante un par de horas en el mejor de los casos.

Asombro milenario

Si nos remontamos en la historia a los primeros documentos de observaciones de Venus, podemos llegar a tiempos de los sumerios y babilónicos, los cuales ya destacaban su notable brillo y lo mencionaban bajo los nombres de Dil-bat o Ishtar. En la Grecia clásica las observaciones de Venus también están presentes, con la peculiaridad que creían que se trataba de dos objetos diferentes, según si se observaba como lucero del alba por la mañana o si se observaba como estrella vespertina justo después de la puesta de Sol.

UN PLANETA INHÓSPITO

Para los curiosos de la observación de los planetas, la posición actual como estrella vespertina es la más cómoda, puesto que no requiere ni esperar a que anochezca (como ocurre con otros objetos del firmamento) ni madrugar (como ocurriría si quisiéramos observarlo en su “versión” de lucero del alba).

Una primera mirada con un pequeño telescopio o incluso con imágenes de alta calidad en un gran telescopio nos revelará resultados parecidos, viendo un objeto de color blanco-amarillento, sin demasiados detalles. Venus está cubierto de una imponente estructura de nubes en su atmosfera que nos impide completamente la observación visual y por tanto descubrir que nos esconde su superficie. Estas nubes integran una espesa atmosfera formada por dióxidos de azufre y carbono, que generan un intenso efecto invernadero en el planeta.

Se ha evaluado que la presión atmosférica en su superficie es unas 90 veces superior a la de la Tierra y su temperatura se sitúa alrededor de los 500 grados centígrados, con lo que no podríamos resistir en su superficie demasiado tiempo sin ser abrasados y aplastados por su atmosfera.

Esto es un hecho muy curioso, si consideramos que su tamaño, gravedad y composición son muy parecidos a la Tierra. Sin embargo, su ubicación más cercana al Sol ha implicado la transformación de un mundo de continentes y océanos como la Tierra hacia un planeta completamente inhóspito.

Tan extremas son sus condiciones que los intentos por posar una sonda en su superficie resultaron en fracasos continuos, como el proyecto soviético Venera, cuyos dispositivos se destruían por la presión y la temperatura. Por ello, solo hemos podido descubrir más detalles de su superficie gracias a sondas situadas en órbita a su alrededor, que lo han cartografiado al detalle mediante técnicas radar que les permiten atravesar la espesa capa de nubes.