Repetimos y nos repetimos una y otra vez que, como andaluces, estamos incluidos en una zona de alimentación mediterránea y que nuestra dieta es, como está demostrado, una de las mejores del mundo, ya que propicia buena calidad y expectativa de vida. Sabemos que el trigo, el olivo y la vid -pan, aceite y vino- son el lienzo básico en el que se superponen productos, culturas, religiones, países, historia, comercio, viajes... y el Descubrimiento, que lo revolucionó todo con las aportaciones americanas, que hoy nos parecen absolutamente imprescindibles, que completan el magnífico bodegón que es la cocina mediterránea.

Pero el Mediterráneo es amplio y no se puede resumir en tres palabras. Por eso nos parece necesario hablar de otros productos que ocupan nuestra mesa habitualmente a los que, como nos son familiares, no damos importancia, mientras que en otros países se consideran auténticos tesoros.

Así ocurre con las naranjas, de las que España es el primer productor mundial. Y un tesoro son también las naranjas de Córdoba, concretamente las del Valle del Guadalquivir, marca de garantía que acoge la producción de los municipios de Córdoba y Sevilla que tienen características comunes de clima y suelo adecuadas para conseguir naranjas de zumo abundante y sabor equilibrado. Los de Córdoba son, además de la capital, Almodóvar del Río, Fuente Palmera, Guadalcázar, Hornachuelos, La Carlota, La Victoria, Posadas y Palma Del Río.

En mi casa las consumimos a diario, especialmente en los zumos del desayuno. Si se toman como postre o formando parte de cualquier otro plato, es importante pelarlas con un cuchillo de sierra, cortando justamente por debajo de la parte blanca de la piel; y al separar los gajos, hay que dejarlos completamente limpios de la membrana que los envuelve.

Para las mermeladas -es de calidad excepcional la que hace mi amiga Rafi Reyes; a ver si nos da la receta- y confituras, se utiliza la naranja amarga, originaria de China e introducida en España por los árabes; la naranja dulce llegó más tarde, a través de comerciantes genoveses o portugueses; para la mayoría de los platos con naranja, se utiliza la última.

Nombremos algunos de esos platos: ensalada de naranjas, con cebolla fresca y bacalao; ensalada de endibias, remolacha y naranjas; lenguado a la naranja; perdiz, jarrete de ternera, pollo o pato a la naranja. Disfrutemos de nuestras naranjas, que son baratas, las tenemos cerca, llevan en su interior un poquito del Guadalquivir y más mediterráneas no pueden ser.