SSuperado lo estival y sumergidos en el frío que nos atabala, no vienen mal unas paridas de esas que aparecen en algún lugar de la memoria o de la mochila aquella que Papi y Cahue expropiamos un día en Galerías Preciados.

Nadie escuchó nunca las quejas de Alcohol-Pena. Nadie. Pero él, con una lágrima de vino en la mano se las cuenta al árbol de la plaza. Los gatos encaramados en las ramas aplauden con su magia de carbón verde. Alcohol-Pena ama una hilera infinita de árboles y gatos en su cabeza. Pero Alcohol-Pena tiene terrible esposa de azafrán que lo espera despierta para vaciarlo.

Lengua de víbora que parte almendras y relincha estiércol por los ojos. Yegua víbora ensucia y vacía la mente de Alcohol-Pena-Silencio. Y Alcohol-Pena espera con el árbol de la plaza, todos los gatos del mundo y una botella de vino esperando con él. Espera el día en que ya, totalmente vacío y libre, encabezando el cortejo de árboles y gatos borrachos pondrá rumbo hacia los vientos de todas las tabernas.

¡Y bebo porque quiero! Es idiota buscarlo en la calle o en los ojos. Tampoco las ropas le definen. Está en el fondo de un vaso. Detesta el mar y es porque sabe qué hay más allá del horizonte. Si el agua fuera vino bebería ácido sulfúrico. Mira la gente a veces para constatar la estupidez humana y vuelve a zambullirse con los ojos como uvas estrujadas. Antes estuvo en la escuela y le enseñaron dos y dos cuatro. Y lo aplicó a la vida: dos maestros y dos cuatro. Dos curas y dos cuatro.

Dos patronos y dos cuatro. Dos limosnas y dos cuatro. Dos cárceles y dos cuatro. Y sigue con su filosofía: Dos vasos y dos cuatro. Dos botellas y dos cuatro. Dos garrafas y dos cuatro. Dos barriles y dos...

Hablan los listos. Es aburridísimo porque no te enteras. Los listos plantean, estructuran, coordinan, analizan... y se enrollan. Hablan los listos y lo mejor es callarse. O sacar la navaja. O simplemente quedarse en casa y decir al niño: cállate o traigo un listo. Hablan los listos y el silencio es la única respuesta.

El líder. Sueño que tengo un montón de gente enfrente y muchas cosas que decirles. Yo soy su libertad, su ira y su conciencia. Puedo hacerlos vibrar según el tono que adopten mis palabras. O reír si me sale el bufón. Sonreír creyendo que entendieron algo. Después cenaré sin ellos y me acostaré con alguien que no haya venido a escucharme. Y dejaré que hable ese alguien, que ría, que cante y que baile. Y me dormiré pensando que no estamos tan solos como parece.

La otra explotación. Mamá, no mires hacia el suelo. Mientras hablo no bajes la mirada. Ya sé que no hay dinero. Estuve trabajando, lo intenté ¡lo juro! Llegué por la mañana al almacén, incluso descargué unas cajas. Pero después lo vi sentado en una mesa y me miraba. ¡Mamá!, no puedes imaginar su cara. Un perro, un sapo y me miraba. El cerdo me miraba. Después, mamá, abrió la boca, me llamó, gritó, aulló: ¡Tú, niño....! Mamá, no quiero que te enfades. No tuve miedo, fue asco de que me abrazara.

Sobredosis. Me dicen que te has ido con los astros, culebreando estrellas tu cintura, y que ríes al fin a los planetas con tu roja pintura. Buen viaje, Marina. Flor y viento a tus plumas. Las veletas envidian tu nocturna aventura.