La nueva novela de Julia Navarro es, según dice su autora, "un viaje al fondo de la parte más oscura del ser humano". Del libro, Plaza & Janés ha tirado 300.000 ejemplares en español y Vintage publicará otros 50.000 en inglés. Ha escrito seis novelas, de las que ha vendido cinco millones de ejemplares en todo el mundo. Pero advierte que no hay recetas mágicas para el éxito y que su única herramienta es el trabajo y "nada más que el trabajo".

Dice que ha sufrido escribiendo este libro, porque el protagonista cuenta su vida en primera persona y siempre "lo tienes presente, estás dentro de su cabeza". Ella lo dice de esta manera: "Es la novela que más me ha costado escribir". El libro aborda también el maltrato a las mujeres porque, dice la escritora, "detrás de los maltratadores siempre hay personalidades débiles".

Es una mujer atenta y cordial, que no rehúye preguntas y que se cuida de los fotógrafos de prensa, si bien al final accede a posar desde diferentes ángulos y escenarios. Escribe con el estilo sencillo, rápido y conciso que aprendió del periodismo, profesión de la que no reniega y a la que dedicó más de la mitad de su vida. Y no le importa confesarse: "Soy una periodista que escribe novelas". Constreñida al espacio limitado de los textos periodísticos, ha decidido tomar la revancha con novelas de 900 páginas que le han permitido retratar el mundo que vivimos hoy.

No le preocupa que sus novelas se lleven a la pantalla. Además de Historia de un canalla, ha publicado las novelas La Hermandad de la Sábana Santa (2004), La Biblia de barro (2005), La sangre de los inocentes (2007), Dime quién soy (2010) y Dispara, yo ya estoy muerto (2013).

-Empezó a escribir por casualidad. Y ya no paró. Con esta última, son seis novelas y cinco millones de ejemplares vendidos. ¿No le da vértigo?

-(Ríe). Lo que siempre me produce vértigo, cuando sale una novela nueva, es esperar el veredicto de los lectores. No saber si me van a acompañar en la nueva aventura. Decepcionarles.

-Con sus libros funciona el boca a boca, pero siempre hay un porqué añadido. ¿Existen las recetas para el éxito o en su caso es pura intuición y trabajo?

-Yo creo que escribir un libro es trabajo y nada más que trabajo. ¿Existen las recetas para el éxito? Yo creo que no hay recetas, no hay nada, no hay ingredientes mágicos que te garanticen que el libro que estás escribiendo se va a vender. Al final es la decisión de los lectores. Yo siempre tengo la impresión de que es como tirar una moneda. No importa que a los lectores les haya gustado tu libro anterior. Siempre te juzgan libro a libro.

-¿Cómo ayudan los años dedicados al periodismo cuando el autor afronta la redacción de una novela?

-En mi caso, de una forma absoluta. Yo no me puedo explicar a mí misma ni me puedo explicar los libros que escribo sin la periodista que he sido y que soy, aunque ahora ya no ejerza. Y quizá más que en ningún otro libro, en este último, Historia de un canalla. Creo que no lo hubiera podido escribir si no hubiera sido por la experiencia de unas cuantas décadas en la profesión.

-Define su novela como moderna y muy actual.

-Es una novela muy actual y muy dura y no es una novela fácil para los lectores. Los lectores, lo que me van contando, es que les revuelve por dentro.

-También supone un cambio de registro que no buscó.

-No. No lo he buscado, pero al mismo tiempo no fue una decisión de decir ahora voy a cambiar de registro. Pero al hacer una novela en la que el espacio/tiempo es aquí/ahora, a finales del siglo pasado y comienzos de este, evidentemente tenía que ser una novela escrita con un lenguaje diferente y, además, era una historia que requería una estructura distinta. Sí era consciente de que corría riesgos y todavía no las tengo todas conmigo.

-Su protagonista, Thomas Spencer, es un genio de la comunicación, la publicidad y la asesoría política. ¿Es también el ser más malvado que ha conocido o se inspiró en alguien real?

-Bueno, yo creo que en la lectura de los periódicos de todos los días encontramos unos cuantos Thomas Spencer. La diferencia es que al mío se le conoce desde la primera línea, porque es una novela en la que el protagonista cuenta su vida en primera persona. Y entonces, desde el minuto uno, el lector sabe con quién se está enfrentando.

-La maldad sin arrepentimientos. Le atrae el tema pero repudia a su protagonista.

-Esta novela quiere ser un viaje al fondo de la parte más oscura del ser humano. Yo creo que todos estamos llenos de claroscuros pero, generalmente, hay gente en la que predomina más lo oscuro que lo claro. En este caso, es lo que le sucede a Thomas. Y es un viaje difícil. Es un viaje que a mí me ha costado hacer. No ha sido fácil además hacer que el protagonista contara su historia en primera persona. En cuanto a lo del arrepentimiento, siempre me ha dejado perpleja que haya gente, no solo el protagonista de mi novela, que dice eso de yo no me arrepiento de nada y volvería a cometer los mismos errores. En definitiva, mi personaje no dice nada diferente de lo que hemos oído todos en muchas ocasiones.

-Spencer no perdona a la madre su carga genética, la hispana, que le hace diferente en un mundo de élite blanca en Nueva York.

-No hay justificación para el mal. Pero sí creo que todos los seres humanos intentamos explicar el porqué de los comportamientos que nos resultan sorprendentes y horribles en los demás. En este caso, es un personaje que, ya desde niño, no se encuentra bien dentro de su propia piel, porque nota que en él hay algo diferente de ese micromundo en el que vive y en el que todo es homogéneo. Y eso le produce una auténtica amargura.

-La novela aborda también el maltrato, esa necesidad de este hombre de dominar a la mujer.

-Detrás de los maltratadores siempre hay personalidades absolutamente débiles, que no son capaces de relacionarse con los demás, en este caso con las mujeres, de igual a igual, y necesitan para sentirse algo realmente aplastar a la persona que tienen de frente. Porque ellos son terriblemente débiles. En el caso de Thomas Spencer lo que lleva a esa su relación con las mujeres es el resentimiento que siente por su madre.

-Hablábamos de Nueva York. Lla ciudad de las grandes agencias de la comunicación y la publicidad. La ciudad está muy presente en su historia. ¿Nueva York es el símbolo de nuestra sociedad?

-Nueva York es un lugar donde se toman decisiones que afectan a nuestra sociedad. Nueva York y Londres son los dos grandes centros de poder del mundo y lo que allí se decide determina a nuestra sociedad.

-A su protagonista la diferencia le amarga la vida. Iguales y diferentes. ¿Cuál es la solución?

-El problema es que es él el que se siente diferente. No es tanto que los demás le miren como diferente, pero sí me interesaba hacer esa reflexión sobre qué pasa en la cabeza de alguien que se siente diferente y hacer ese viaje con él a la amargura que le provoca esa diferencia.

-El lenguaje de sus novelas es claro, rápido, conciso. ¿Aquello que aprendimos del periodismo nunca se olvida?

-En mi caso, no. Yo siempre digo que soy una periodista que escribe novelas. Y además estoy orgullosa de que sea así. O sea, yo no reniego de ser una periodista. Y me parece que escribir de forma clara, sencilla, concisa, a veces es mucho más difícil que escribir de una forma alambicada. Los periodistas escribimos para todo el mundo.

-Del lenguaje casi telegráfico del periodismo ha pasado a novelas de casi 900 páginas. ¿Algún tipo de revancha?

-Parece como una revancha. Los periodistas, tú sabes, siempre estamos constreñidos por el espacio. Ahora escribir sin límite de espacio realmente para mí es algo absolutamente estimulante.

-El periodismo supongo que también le ha ayudado a retratar el mundo de hoy, la realidad que vivimos. La guerra de Irak, el choque de civilizaciones, el conflicto de Oriente Medio, el mundo de la comunicación.

-Con Dispara, yo ya estoy muerto, sí me ha pasado que muchos lectores me han dicho: «Oiga, después de leer su libro, he entendido el problema de Oriente Medio». Pero eso me lo han dicho jóvenes, mayores, muchísimas personas. Es algo que realmente me ha llamado muchísimo la atención. Además, yo traté el tema, desde el punto de vista político, con mucho respeto. Pero sí es una satisfacción que tantas personas me digan por fin me he enterado cómo empezó todo.

-El fracaso de la educación en España es patente. Adiós a la Filosofía, a la Historia del Arte. Pero seguimos hablando de Religión. Usted aboga por una educación laica.

-Yo abogo por una educación laica donde se estudie la historia de las religiones, porque me parece que no se puede entender el mundo si no estudias historia de las religiones. Es decir, yo sacaría la parte doctrinal de la religión de las aulas. Somos fruto de una cultura judeocristiana y eso hay que conocerlo para saber de dónde venimos, para entender qué ha sido el mundo y para entender qué somos hoy.

-También la pasión por la lectura tiene mucho que ver con los planes de estudio y con los propios profesores. Parece ser que en España esa asignatura nunca la aprobamos.

-Del franquismo ya no hablo. Pero es que no hemos tenido ningún Gobierno en la democracia que haya tomado en serio la cultura. Y de todos-, el peor ha sido este. Se han comportado con saña con todo lo que son todas las manifestaciones culturales. Me parece vergonzoso que el aniversario de Cervantes se esté improvisando y sean iniciativas privadas las que intentan salvar la casa.

-Ninguna novela suya se ha adaptado al cine o a la televisión. ¿Ha habido alguna propuesta o tampoco es su sueño?

-Ni es un sueño ni es algo que me preocupe. Si algún día llega, depende en qué condiciones llegue, estupendo. Si no, tampoco pasa nada. Yo no escribo pensando en los telespectadores. Yo me dirijo a los lectores. Tampoco me gustaría que se llevara un libro mío a la pantalla a cualquier precio.