La primera reacción del padre don Francisco al entrar en su ermita fue de disgusto. No entendía por qué los albañiles habían comenzado a romper la pared sin su permiso. «Hipólito, bájese del andamio ahora mismo», exigió el sacerdote a uno de los operarios. «Don Francisco, ¡no se va a creer lo que he encontrado!», le respondió éste con la cara iluminada. Cuando el párroco se acercó, pudo observar cómo el obrero extraía por un hueco en la pared una imagen de madera. Entonces comprobó que en el suelo había otra: «Por Dios, es San Juan Bautista», musitó. Y la sorpresa no terminó ahí. Hasta seis tallas del siglo XIII comidas por la carcoma, mutiladas y con retazos de vestiduras, extrajo aquel albañil del hueco abierto en el tabique. ¿Cuánto tiempo llevaban ahí? ¿Quién las ocultó en las entrañas del templo y por qué?

Este no es el único enigma que esconde la coqueta ermita de la Virgen de Guía, situada a menos de un kilómetro de Villanueva del Duque. Un par de años antes de este descubrimiento, realizado por el párroco Francisco Vigara en 1955, se produjo otro no menos fascinante. Cuando los obreros que acometían las reformas comenzaron a excavar junto al altar mayor, desenterraron con gran asombro unos asientos corridos de granito, adosados a las paredes, que habían permanecido ocultos bajo tierra durante siglos. Esa estructura, ideada en la Edad Media para que varios monjes pudieran seguir la misa sentados alrededor del sacerdote, hizo pensar a los historiadores que esta ermita fue levantada por los caballeros templarios que participaron en la reconquista de Al-Ándalus en el siglo XIII. De hecho, una tradición fuertemente arraigada en el Valle de los Pedroches asegura que lo hicieron justo antes de regresar a su hogar, precisamente en el cruce de caminos que unía sus respectivas poblaciones de origen: Alcaracejos, Dos Torres, Fuente la Lancha e Villanueva del Duque. Y que como recuerdo de aquella victoria sobre los musulmanes, depositaron en el nuevo templo la pequeña imagen que les había acompañado y guiado durante toda su cruzada: la Virgen de Guía.

Otro indicio que apoyaría el origen templario de esta antigua parroquia es su inexplicable ubicación, en medio de la nada. La aparición de restos romanos en sus inmediaciones apunta a la existencia en esa misma meseta de un templo mucho más antiguo. Y si usted sigue mis artículos, ya sabrá que los caballeros del Temple solían elegir para sus conventos-fortaleza enclaves que ya habían sido utilizados por antiguos cultos paganos. ¿Qué poder mágico-sagrado poseerá este bello paraje rodeado de encinas?

(*) El autor es escritor y director de ‘Córdoba Misteriosa’. Puede seguir su trabajo en www.josemanuelmorales.net