El pasado martes 17 de enero, Emilio Aragón no pegó ojo en toda la noche y la anterior apenas logró dormir un par de horas. Antena 3 estrenaba la serie Pulsaciones, de la que es creador, coguionista y director de varios capítulos, y su barriga llevaba toda la semana convertida en una jaula de mariposas.

Pero un dato aparecido en su móvil le ha devuelto la calma: su nueva creación, seguida por tres millones de espectadores, ha sido líder de audiencia. El rey Midas de la tele ha vuelto a dar en la diana, y lo ha hecho en un registro, el del thriller psicológico con tintes fantásticos, en el que su público de toda la vida no le tenía ubicado.

-¿Tanta experiencia y tantos éxitos no le previenen a uno de los nervios del estreno?

-Yo sigo somatizando este momento como cuando era un principiante. Tengo pesadillas, no duermo, me salen pupas en la boca, sufro contracturas... Anoche [la noche del martes] vi la emisión del capítulo en casa, con mi familia. Me lo sabía de memoria, lo había montado infinidad de veces, pero ese instante de lanzarlo al aire es mágico. Y cuando termina, te quedas atrapado en el interrogante: ¿qué pasará?

-¿Qué cambia tener un punto más o menos de share?

-Ese es un debate inacabable. La tele generalista se rige por el dato que dan los medidores de audiencia, esto funciona así. ¿Es justo? Es lo que hay, ni más ni menos. Algunos opinan que debería haber un sistema para medir lo cualitativo. Bueno, para eso están la crítica y el juicio del público. Tengo muy claro que tener más audiencia no significa que seas mejor, pero te alegra saber que la gente ha respondido a tu propuesta. Sobre todo en un caso como este, en el que ofrecíamos algo muy arriesgado.

-Si salgo a la calle y digo «Emilio Aragón», la gente piensa en programas de perfil familiar y tono amable, pero ‘Pulsaciones’ es un thriller psicológico retorcido, con una fotografía oscura y fría que plantea algo tan loco como que el alma de un donante de corazón se hereda tras trasplantarlo. ¿Quería sorprender a su público?

-El público ha visto mucha ficción en los últimos años y hoy espera que le ofrezcan algo diferente. Sin duda, era más fácil dar esta serie en HBO o en Netflix que en el prime time de una cadena generalista, pero que se emita en Antena 3 y tenga éxito es una gran noticia para todos los que nos dedicamos a andar detrás de las cámaras con un papel en blanco.

-¿La tele ya no es aquel electrodoméstico familiar que veían juntos desde el abuelo al nieto?

-Es que la tele ya no se ve solo en la tele, ahora se consume en la tableta, en el ordenador, en el móvil mientras vamos en el autobús... Mi hija mayor tiene 31 años y el pequeño, 22. Esa generación ve muchísima ficción, y lo hace en otros soportes y por otras vías. Los contenidos tampoco son los mismos. Después de Los Soprano, las cadenas empezaron a confiar en los productores ejecutivos y estos se atrevieron a ofrecer historias arriesgadas. El comienzo de Breaking Bad habría sido impensable hace 15 años. La ficción televisiva vive hoy un momento apasionante.

-Y de pronto, usted decide unirse a esa fiesta.

-Yo soy un ratón de series, intento ver todo lo que cae en mis manos para confirmar el enorme talento que anda suelto por ahí. No hablo solo de ficción norteamericana o británica. Me refiero también a las grandes series que se están haciendo en Escandinavia, Dinamarca, Israel y hasta en Turquía. Mi último descubrimiento es The night of, con John Turturro de protagonista. Es magnífica, se la recomiendo. Cuenta una historia conocida, pero lleva a los personajes a situaciones nunca vistas. Esto es lo complicado.

-¿Cómo ha aprendido a manejar ese nuevo lenguaje narrativo?

-Viendo series y teniendo dos compañeros de viaje como Carmen Ortiz Carbonero y Francisco Roncal, con quienes he escrito la serie y de los que he aprendido muchísimo. Es gente joven, de otra generación, pero nos une la misma pasión por la ficción televisiva. Estuvimos barajando varias ideas hasta que un día oímos la historia de una doctora francesa que estaba investigando los casos de pacientes que, tras recibir un trasplante de corazón, heredaban los gustos del donante. Esto nos daba pie para montar un thriller que tuviera también connotaciones emocionales.

-El resultado está en las antípodas de ‘Médico de familia’.

-Para mí tienen algo en común, y es la sensación de salto al vacío. Médico de familia fue la primera ficción que hacía, yo venía de presentar programas de entretenimiento y no sabía cómo saldría, pero ese es parte del encanto de este trabajo. Un día, en El Club de la Comedia, Amparo Baró me decía nerviosa tras el escenario: «No puedo salir, esto es un salto mortal». Luego salió, se comió al público, y cuando acabó llegó gritando: «¡Quiero volver!». El día que no sienta ese vértigo, dejaré este oficio.

-Pero dice que lo pasa mal. ¿Es masoquista?

-No es masoquismo, es responsabilidad. Y respeto al público. Mi padre me enseñó que debía respetar a esa persona que ha tenido la cortesía de pagar su entrada en la taquilla o de dedicarte su tiempo viéndote en su tele. Por eso, soy de los que se remangan y se meten hasta el fondo en los proyectos quitándole horas a mi vida personal para que todo quede lo mejor posible. En los seis meses que duró el rodaje, dormía una media de cuatro horas al día. Cuando voy, me entrego. Luego la cosa saldrá bien o mal, pero por mí que no quede.

-Hay creadores que triunfan cara al público y luego se van a los despachos a dirigir empresas del espectáculo y desaparecen. Usted es de los que vuelven.

-Porque nunca me he desenvuelto bien en los despachos, no es mi sitio. He ocupado puestos importantes en empresas, pero casi siempre han sido honoríficos. A mí lo que me gusta es esto, bajar a la arena. Tengo un despacho, pero en él hay un piano, y le aseguro que lo primero que entró por la puerta fue ese piano, antes que la mesa.

-Empezó siendo payaso, hizo humor absurdo, presentó programas, fue actor de series familiares, rodó películas y ahora llega con un thriller televisivo. ¿Busca demostrar algo?

-Me mueve la curiosidad, el ¿y por qué no? Es apasionante adentrarte en un terreno que no conoces y hacerlo en compañía de un equipo. Porque yo soy la cara visible, pero aquí hay mucha gente alrededor, y esa responsabilidad también es un estímulo. De que aciertes o te equivoques depende que te sigan contratando, y eso significa trabajo para todos.

-Pero usted, como decía la cantante Lola Flores, ya tiene la luz pagada para el resto de su vida. Habrá otro interés para seguir exponiéndose.

-Quizá sea que no sé hacer otra cosa, que este es mi trabajo. También está la sensación de estar aprendiendo todo el rato, que es muy interesante. Mi padre me decía: «Te vas a sorprender de lo poco que sabes». Y tenía razón, en este oficio no paras nunca de aprender.

-Hace 20 años, ‘Médico de familia’ conseguía índices de audiencia del 60%, pero hoy el panorama es muy distinto. ‘Pulsaciones’ ha empezado con el 17% y se considera un éxito. ¿Le da miedo convivir con este ecosistema televisivo tan fragmentado?

-Sinceramente, no. Cuando presentamos Médico de familia nos contraprogramaron con Terminator, pero pudimos seguir adelante. No es cierto que hoy sea más difícil hacer televisión, cada época tiene sus retos. De todos modos, estoy mentalmente preparado para el fracaso. Suelo leer biografías de figuras que admiro y me sorprende descubrir los batacazos que se llevaron a lo largo de sus vidas. Si no aciertas, no pasa nada, te levantas y lo sigues intentando.