A la hora de meterse en la piel del exagente Francisco Paesa, Eduard Fernández (Barcelona, 1964) se fijó en un detalle del libro escrito por el periodista Manuel Cerdán: «Lamento que mis padres no me enseñaran a usar los cubiertos con corrección, sobre todo, la pala del pescado». De ahí, el actor catalán -que superó un casting para protagonizar El hombre de las mil caras- dedujo su complejo de clase y compuso un personaje hermético. Un corrupto, un trilero, un mentiroso que ganó y perdió dinero sucio durante toda su vida. El hombre que ayudó al exdirector de la Guardia Civil Luis Rodán a fugarse y que colaboró en su polémica entrega al Gobierno socialista.

Estamos delante de una ambiciosa película en la que el cineasta Alberto Rodríguez (ganador de 10 Goya con La isla mínima) narra con ironía uno de los episodios más delirantes de la historia reciente de España. Y lo hace con un engranaje perfecto, mezclando realidad y ficción. El viernes aterriza en los cines después de haber pisado con fuerza el festival de San Sebastián.

-Trilero, mentiroso, corrupto… ¿Con qué adjetivo se queda para calificar a Paesa?

-Reducirle a corrupto es poco. Era mucho más. Era un grande que hacía cosas muy bestias. Un tipo del CNI con el que me entrevisté antes de hacer la película me dijo que se metía en los líos más gordos, esos en los que nadie más se metía.

-¿Qué cree que movía a Francisco Paesa?

-La adrenalina del peligro y del poder. Lo necesitaba para vivir. No solo para conseguir algo, sino como juego y forma de vida. La bestia es esa. No lo podía dejar.

-No se sabía si estaba vivo o muerto. Pero un día antes de que la película se proyectara en el Festival de San Sebastián, Vanity Fair publicó una entrevista con él. ¿Cómo se sintió?

-Flipé, se me puso la piel de gallina. Al principio pensaba que era una entrevista vieja. Cuando rodábamos en París, decíamos medio en broma que nos estaba observando. Ahora he sentido alegría, un subidón. Debe ser una tontería de actor. Me encantaría conocerle, me volvería loco ver cómo se mueve. No sabría qué decirle, no me fiaría mucho de sus respuestas.

-El hombre de las mil caras nos muestra lo corrupto que es el poder. Algo que sigue de actualidad. Qué pena de país, ¿no?

-En Europa dimiten por un examen copiado hace 30 años. A mí casi me indigna más el momento actual. Hay una corrupción bestial y los políticos no dan acuse de recibo. Parece que cuando llegas al cargo el país es tuyo, no saben que son administradores de lo público, nada más. El presidente del Gobierno debería llamarse administrador de lo público uno.

-¿Todos llevamos un corrupto dentro?

-Todos llevamos lo bueno y lo malo dentro, la cosa es no hacerlo. A ver, corruptos podemos ser todos. Todos tenemos un cajón donde sacamos lo peor de nosotros. Pero también lo mejor. Pregúntaselo a Bertín Osborne, que decía que lo que había hecho él lo haría cualquiera. ¿Qué pasa? ¿Que además de no robar y de no ser corruptos nosotros somos tan moralmente chungos como tú porque lo haríamos si pudiéramos? Oye, por favor, un respeto, que hay mucha gente honesta y honrada en este país que pagamos nuestros impuestos.

-No está encasillado en ningún género. El año pasado hasta hizo una comedia. ¿Es usted el actor de las mil caras?

-Ojalá lo fuera. Me gusta variar y hacer de todo, comedias también.

-Los protagonistas, el cartel, las crítica, el director…. ¿Qué lleva a la gente al cine?

-Que la película será buena.Y da igual si esta historia la has vivido o no. Hay muchos filmes cuyos hechos desconoces y te parecen muy interesantes. Como Argo, de Ben Affleck. ‘El hombre de las mil caras no es una lección de Historia. No necesitas saber todo lo que ocurrió con Roldán y Paesa antes de meterte en una sala para verla. Creo que estamos delante de un buen thriller de despachos.

-¿Sigue teniendo muy presente sus años de payaso en la calle, recorriendo bares?

--Bueno, están ahí, forman parte de mí. Poco a poco vas evolucionando. Antes me daba vergüenza una rueda de prensa y ahora no.