Son muchas las tradiciones del Día de los Santos; los espíritus de los muertos que regresan para visitar sus antiguos hogares; las velas encendidas que iluminan el camino que siguen las almas de los difuntos para llegar al otro mundo; las comidas que dejan buen sabor de boca: boniatos en almíbar, frutos secos garrapiñados, buñuelos de viento -rellenos de chocolate, crema pastelera, yema o dulce de batata- de los que se cuenta que cada uno que comas, sacas un alma del purgatorio; huesos de santo y gachas; y la representación de Don Juan Tenorio. Este drama religioso-fantástico en dos partes, escrito por Don José Zorrilla en marzo de 1844, formó parte de la tradición festiva del Día de los Santos desde su estreno en 1849. Su representación era acto obligatorio en todos los teatros de España, en la radio y, cuando hubo televisión, en televisión. A partir de los años 60-70, está costumbre fue cayendo en desuso y actualmente, solo gracias a alguna compañía de teatro nostálgica, podemos volver a oír versos que nuestros mayores recitaban de memoria.

En nuestra ciudad, la Compañía de Teatro Clásico de Córdoba, producciones Teatro Par, la incluyó en su repertorio en el año 2002 y desde entonces no ha dejado de representarla. En la Diputación Provincial, donde se estrenó, viene representándose ininterrumpidamente desde hace ocho años -éste, el 30 y 31 de octubre y 1 y 2 de noviembre- utilizando como escenarios naturales los patios y salones del Palacio de la Merced. Álvaro Barrios Mejías, productor, titular de la compañía y actor, interpreta a un magnífico Don Juan, cuyo buen físico, cuidada dicción del verso -poco corriente hoy día- y soltura en movimientos y expresiones, componen un personaje más que creíble, al que acompaña un nutrido grupo de actores profesionales, y ayudantes y técnicos de vestuario, iluminación y sonido. La obra está dirigida por Antonio Barrios, profesor de Interpretación en la Escuela Superior de Arte Dramático de Córdoba hasta su jubilación. Se agotan las entradas y el éxito entre el público es indiscutible. Interesante apunte gastronómico, lleno de significado, es que el último día, una vez finalizada la representación, la compañía al completo, ya todos relajados, comen juntos las gachas que hace Mª del Carmen Mejías Alcántara, madre de Alvaro.

La relación con el Día de los Santos viene por las apariciones espectrales de Doña Inés de Ulloa y su padres. En cuanto a comidas, en la Hostería del Laurel se habla de una cena que no llega a servirse, aunque se bebe y se brinda; y en casa de Don Juan, se habla de Cariñena y Jerez.