Domingo de Ramos. Espero y deseo que estrenen algo, señal de una economía algo saneada, por lo menos, y sobre todo, para que no sufran en sus manos ninguno de los daños que predice el agorero refrán. No sé por qué -cada uno tiene sus recuerdos- yo lo relaciono con estrenos de zapatos que, en vez de adaptarse poco a poco, lo hacían por inmersión, es decir, recorriendo la ciudad de cabo a rabo. ¡Como para olvidarlos! Ahora nos hemos vuelto más prácticos y no solo respecto a la comodidad en los pies, sino en lo que a cocina se refiere.

En tiempos que empiezan a ser lejanos, la comida en Semana Santa estaba marcada por las disposiciones cuaresmales, que imponían ayunos y abstinencias; actualmente y, aunque tales disposiciones continúan vigentes, han evolucionado hacia interpretaciones más intelectuales que físicas, pero las tradiciones hacen que se abunde en la preparación de ciertos platos, aunque no sea el sentido religioso quien los inspire. Es lo que ocurre con el potaje de garbanzos, espinacas y bacalao; las espinacas esparragadas, el bacalao frito y las torrijas, por poner los ejemplos más recurrentes. Claro que hay posibilidad de idear montones de potajes, utilizando distintas mezclas de legumbres y verduras; y como el esparragado consiste en aplicar a cualquier verdura la preparación que suele darse a los espárragos, figúrense si tenemos repertorio.En cualquier caso, la semana que empieza se inclina al desbarajuste culinario: que si nos acostamos tarde y nos levantamos tarde -o no-; que unos vienen y otros van; que lo mismo estamos muchos que pocos. Así que es conveniente tener platos preparados, de los de llegar y tomar. Mi amiga Esperanza hace huevos rellenos -no digo el número; es asombroso lo que puede llegar a comerse esa familia- de atún y tomate, los pone en una bandeja sobre una base abundante de puré de patatas, los cubre individualmente con bastante mayonesa, que se desborda de cada medio huevo y, silenciosa, pero implacable, acaba invadiendo el puré. Lleguen a la hora que lleguen, se van sirviendo las raciones respetuosamente. Por la mañana, la bandeja está vacía. Cierto que son muchos. Ese es el menú de la madrugada del Jueves al Viernes Santo. El resto de los días, tienen espacio las tortillas de patatas, los potajes, los esparragados y el bacalao frito. De la fuente de torrijas regadas con miel, prefiero no hablarles.