Pese a estar separados por la política y con fronteras cerradas desde hace 24 años, Marruecos y Argelia han decidido dejar de lado sus diferencias para unirse en defensa de su plato más emblemático, el cuscús, para registrarlo conjuntamente como Patrimonio de la Humanidad ante la Unesco.

La iniciativa partió, en primer lugar de Argelia, cuando el director del centro argelino de investigaciones prehistóricos, antropológicas e históricas (CNRPAH), Slimane Hachi, anunció que en breve los países magrebíes se iban a reunir para dar forma al proyecto común ante la Unesco.

Por su parte, Marruecos saludó la idea y se mostró favorable a una candidatura que incluya además a los otros países del Magreb donde también se come cuscús: Túnez, Libia y Mauritania.

El cuscús que se cocina en todo el Magreb es algo así como un plato completo que no necesita complementos: una base de granos de sémola de trigo duro (o cebada) hervida al vapor que se desprende de una mezcla de carnes (ternera o pollo, principalmente) acompañada por hasta siete verduras. A partir de esa versión original sale una infinidad de variedades de cuscús con diferentes aromas y maneras, más sencillas o más sofisticadas, que reflejan al mismo tiempo las costumbres de cada región magrebí: está la tfaya en Marruecos con cebolla caramelizada y pasas, o el masfuf con leche y frutos secos en Argelia, además de otros tipos de cuscús con pescado o salchichas. En cuanto a los orígenes de este plato, los investigadores los sitúan en distintos lugares.