La estrella más brillante en el cielo, por supuesto sin tener en cuenta a nuestro Sol, es Sirio. Está en la constelación austral de Canis Majoris, pero es bien visible desde casi toda la Tierra. Se suelen usar a las tres estrellas del cinturón de Orión para guiarse hasta la brillante Sirio, pero este astro blanco-azulado no tiene pérdida en el cielo nocturno. Además, Sirio ha tenido una gran importancia para muchas de las grandes culturas de la Antigüedad. Los egipcios, por ejemplo, usaban el orto heliaco de Sirio (la primera vez que la estrella podía verse en el crepúsculo matutino antes de la salida del Sol) para estimar el comienzo de las inundaciones del Nilo.

Sirio es una estrella más brillante y caliente que el Sol. Con una masa doble que la de nuestra estrella está a sólo 8.6 años luz del Sistema Solar, lo que hace que sea la séptima estrella más cercana al Sol. Posee una estrella compañera, una enana blanca bautizada como “El Cachorro”. Con la misma masa que el Sol, este objeto compacto tiene un tamaño similar a la Tierra, y se localiza a unas 20 unidades astronómicas de Sirio (la distancia entre el Sol y Urano). La enana blanca es muy difícil de observar por el brillo descomunal de Sirio y no se descubrió hasta 1862.

Precisamente el brillo tan intenso de Sirio es la razón por la que, hasta el año pasado, un interesante objeto astronómico haya estado escondido en su luz. Analizando la ingente cantidad de datos de unos mil millones de estrellas ya observadas por el satélite Gaia (Agencia Europea del Espacio, ESA), un grupo de astrofísicos ingleses descubrió que, muy cerca de Sirio, aparecía una concentración peculiar. Rápidamente, y usando otros telescopios como el Telescopio Anglo-Australiano, se confirmó que se trataba de un cúmulo abierto.

Un cúmulo abierto corresponde a una familia de estrellas que han nacido juntas del mismo gas difuso y aún continúan ligadas por la gravedad. Se conocen muchos cúmulos abiertos en la Vía Láctea, como las famosas Pléyades. Estos sistemas son muy importantes a la hora de entender la formación de las estrellas y su evolución, además de las propiedades de la Galaxia.

Al cúmulo abierto escondido por la luz de Sirio se le bautizó como Gaia 1. Está a unos 15 mil años luz y, sorprendentemente, sus estrellas son relativamente viejas (3 mil millones de años luz, mucho para las edades típicas de los cúmulos abiertos). La composición química de las estrellas de Gaia 1 es sólo ligeramente inferior a la que tiene el Sol.

Hace unos meses, el astrónomo aficionado alemán Harald Kaiser escuchó en una charla pública sobre la misión Gaia el descubrimiento del cúmulo abierto Gaia 1. Entonces se propuso como reto «conseguir una fotografía» de Sirio con el cúmulo. Hace unos días apuntó su telescopio de aficionado, de 30 cm de diámetro, a Sirio y, con un trocito de papel, bloqueó la luz de Sirio. El resultado es la imagen adjunta, donde Sirio aparece como un círculo negro y las estrellas más brillantes de Gaia 1 son claramente visibles a su izquierda.

Esta imagen sirve de excusa para enfatizar el inmenso potencial científico que los astrónomos aficionados poseen. Para algunos proyectos no hace falta ni telescopio, simplemente un ordenador con el que estudiar los datos, que se ofrecen en estos programas de ciencia ciudadana de forma muy sencilla. El satélite Gaia posee varios proyectos de este tipo, invitando a cualquier ciudadano a sumergiese en sus datos para desvelar un nuevo secreto del Cosmos.