Cláusula es una de las condiciones que figuran en un contrato, según acabo de leer en el diccionario. Cláusula suelo es el choriceo de la parte contratante que presta la pasta con interés variable, fijo, o como le salga de los cataplines al banco. La parte débil, por donde siempre se rompe la cuerda de los que nada tienen, aporta justificantes de estar empleado y lo que cobra, firma su voluntad de pagar y, en caso de problemas al descubierto, la disposición a acatar el fallo desahuciante que personifica siempre la Policía en nombre del juez, y abandonar la vivienda.

Un día van, llegan y dicen el Tribunal de Luxemburgo y el Tribunal Supremo de España: «... las entidades financieras deben reintegrar a los afectados la totalidad del importe cobrado de más desde el inicio del préstamo». Los patrióticos usureros, sin ponerse nerviosos, mandan a Panamá o alguna otra de sus muchas patrias queridas los dineros que les sobran, se toman algo con hielo, se acuestan con su Venus o Adonis de turno y dejan que el tiempo y la servicial Administración se encarguen de todo.

El Gobierno de España, al ser lo del suelo una cuestión entre ilustres prestamistas y unos miles de proletarios pringaos, opta por pasar del tema sin dar importancia a la alta categoría de los tribunales que han declarado ilegal la puta cláusula. Dedican sus altos afanes a gobernar sine die y les vayan dando a los pobres de pedir, que la banca es lo primero y los demás a la ventanilla. La leal oposición, entregada como siempre a la patética tarea de crearse una imagen para alcanzar el poder, mientras acumulan dietas y nóminas culeras en el televisivo Congreso de los Diputados, no quiere saber nada de esos ciudadanos que, humildemente apoyados por los más altos tribunales de justicia, desean recuperar un dinero que es suyo, aunque sea una mierda.

Dicen los expertos que los Juzgados tardarán más de cinco años en resolver ese lío jurídico financiero en el que, lo mismo el Gobierno de la nación que los gobiernos autonómicos, están poniendo todas las trabas posibles para que lo del suelo dure y así agradar a los pobres bancos. Una forma eficaz es dedicando al tema un sólo Juzgado por provincia.

A quienes se les haya ocurrido semejante charraná, que el dios del dinero los guíe en su eurífera trayectoria lameculense.

Lo que nadie sabe es qué va a pasar con esa fe en la justicia de la que presumen los vividores políticos, demagogos y antiobreros, ante el omnímodo poder de la pasta gansa.

Está clarísimo el capote que están echando al toro bancario y las banderillas que clavan en el ir tirando de la clase trabajadora.

Quiero añadir que el economista y diputado socialista en el Congreso de los Diputados Antonio Hurtado Zurera es la única voz que he oído hasta hoy en defensa de los afectados por la vil cláusula suelo.