Aún recuerdo aquella cena entre amigos en la que tuve ocasión de conocer a Gaspar Núñez, que actualmente ocupa el puesto de maquinista-jefe de tren en Córdoba. Allá por el año 1994, este veterano conductor trabajaba en Cataluña, donde se le solicitó realizar un servicio especial. Un tren repleto de pasajeros se había averiado en la estación de San Vicente de Calders (Tarragona), y su cometido consistía en partir desde Barcelona en otro ferrocarril vacío, recoger a todos los viajeros y regresarlos a la Ciudad Condal. Minutos antes de partir, un superior le informaba de que la hija de un compañero había perdido el tren que debía llevarla desde Barcelona a Tarragona, y aprovechando su trayecto extraordinario, solicitó a nuestro testigo que la llevara con él. El maquinista-jefe no tuvo inconveniente y la joven subió a bordo minutos antes de partir.

Acababa de anochecer. Los vagones de pasajeros iban vacíos, con las luces apagadas, por lo que el conductor le pidió que se quedara en la cabina de la locomotora con él. La tímida muchacha ocupó el asiento situado a la derecha del maquinista, y allí se pasó en silencio todo el tiempo. Gaspar no conocía a su padre, por lo que a pesar de ir sentados juntos todo el trayecto, tampoco tenía demasiado de lo que hablar con ella. Reinaba la calma cuando el tren comenzó a aproximarse a un paso a nivel. Entonces, la joven agarró de repente el brazo al conductor y le gritó: «¡Pita! ¡Pita! ¡Que ahí es donde me maté!». Sin entender todavía lo que estaba ocurriendo, nuestro testigo tocó el silbato del tren de forma instintiva, y luego miró a su derecha para comprobar que la chica estaba bien. Pero ya no estaba. Totalmente desconcertado, se levantó y comenzó a inspeccionar primero la cabina, luego los vagones de los pasajeros… no encontró ni rastro. Como puede suponer, amigo lector, Gaspar terminó el viaje aterrado, mirando constantemente hacia atrás, esperando que en cualquier momento apareciera riendo, confesándole que todo había sido una broma de mal gusto.

Pero eso nunca ocurrió. El conductor arribó a su destino completamente solo y sin noticias de la hija del compañero ferroviario para el que le habían pedido el favor. Una vez en Tarragona, se apresuró a preguntar al personal de la estación si conocían al padre de la joven y, efectivamente, era un prestigioso especialista. No quiero imaginar lo que pasó por la cabeza de mi interlocutor cuando descubrió que ese hombre había perdido a su hija cuando fue atropellada por un tren mientras intentaba cruzar la vía. Sí, justo en el paso a nivel que usted se está figurando.

(*) El autor es escritor y director de ‘Córdoba Misteriosa’. Puede seguir su trabajo en www.josemanuelmorales.net