De entrada salgo lanzado con mi insoslayable bronquitis para la Providencia del Corregidor a rutear lacrimosamente y hablar con Mario Steleiac, Juan Prieto, Ricardo Guerrero del Sur Vertical y los antiguos componentes del Colectivo Infantil de Teatro La Fiambrera. Abrazo a Elio y Rafa Perea, Fali y Eloísa Cabrera, Asun y Carlos Murillo, Gabriel Torres, José y Toñi Márquez, Paco de Dios. Acto seguido, a través del abnegado Cuerpo de Correos recibo dos cartas de capitalista y capital importancia mejorando lo presente. Una es de Fátima Báñez, la ministra rociera que me ha subido la pensión 3 euros y 29 céntimos al mes, la pobre. La otra es una especie de ultimátum o preaviso del Tío de los Alicates de la compañía de la luz, la bien pagá, que me ha subido el recibo 42 euros con 86 céntimos. Es una hermana putativa de esas eléctricas que nunca van por el monte solas sino bien acompañadas y aconsejadas por escuadrones de políticos muchomorro, ya sin un watio de mando en plaza pero siguen cobrando lo que no está en los escritos. Y no diré un solo nombre si no es en presencia de mi abogada aunque sí puedo opinar que esa gente, desde que vieron la luz tras cesar en sus altos cargos, se la vienen levantando a todo el mundo, la tarifa.

Un poco después asisto en el Ateneo de Córdoba a una lectura poética de Enrique Sánchez Campos. Al día siguiente es una tertulia en la que Manuel Gahete nos habla del poeta granadino Rafael Guillén. Más tarde, en la Facultad de Veterinaria, conferencia La Universidad de Córdoba en la transición, a cargo de Julián Hurtado de Molina, quien es presentado por Juan Estévez. Y acabando la ronda cultural, vuelvo a disfrutar un rato en el Ateneo escuchando a la profesora Carmen Fernández Ariza en su conferencia sobre la narrativa de Javier Cercas, muy bien presentada por Elena Cobos Ruiz.

Y ahora, con permiso de mis lectoreshabientes, aquí el plumilla desea recordar que en estos días se cumplen años del fallecimiento de Rafael Cabrera Blancart (Comares, Málaga, 1921- Córdoba, 1988). Esposo de Luisa Campos Muñoz, fue padre de siete hijos, entre ellos mi señora, amiga, compañera y esposa María Cabrera Campos. Abuelo de 19 nietos, entre ellos mis hijos Elio y Rafael. Bisabuelo de 18 bisnietos, entre ellos Rafael David. Hombre sencillo, de talante liberal, lector y amante profundo de todo lo cordobés. Dedicó su vida a los suyos y al trabajo. Durante 35 años fue empleado de La Letro o Electro Mecánica (Ibercobre para los forasteros como aquel Rodolfo Martín Villa). En 1984, ante la necesidad de dar cobertura legal al Colectivo Infantil La Fiambrera, al que pertenecían algunos de sus nietos, con los padres de los demás críos Rafael Cabrera contribuyó a la creación del Ateneo Casablanca, del que fue vicepresidente de 1984 a 1987. Yo tuve en él a un padre y lo recordaré con respeto y gratitud mientras viva.