Cualquiera sabe que la trayectoria del juez Baltasar Garzón (Torres, Jaén, 1955) le ha llevado a la investigación de los delitos más dispares y de mayor relevancia, ya sean crímenes contra la humanidad, terrorismo, terrorismo de Estado, narcotráfico, corrupción política, crimen organizado o delincuencia económica. Su vocación por la justicia es invulnerable. Ahora lo cuenta todo en El punto de mira, un libro de más de mil páginas después de que la editorial le podara otras quinientas.

Viste traje de color gris, camisa blanca y corbata de un rojo apagado e indefinido. Habla con la elocuencia del profesor y la contundencia del juez que encuentra en sus argumentos indicios de elocuencia y de verdad contrastada. No le molesta que le llamen juez estrella, pero le apena una expresión que no sabe con certeza qué significa. Colecciona viñetas en las que él es el protagonista. Su libro está trufado de estos dibujos ingeniosos, a veces mordaces, o justos, o soeces. Dice que nunca pensó, cuando inició la investigación, que la X de los GAL fuese Felipe González. Pero en julio de 1995 planteó ante el Tribunal Supremo la posible responsabilidad de distintos aforados, entre ellos destacaba el presidente del Gobierno.

Fue pionero en el uso de los arrepentidos como método de investigación. Su modelo estaba muy relacionado con el de jueces como Giovanni Falcone o Pablo Borsellino y fiscales como Caponnetto o Pietro Colombo. Hizo frente al terrorismo de ETA, Grapo, Terra Lliure, los GAL o la extrema derecha. El asesinato de Carmen Tagle fue el atentado que más le conmocionó. También él sufrió un atentado frustrado. Intentaron colocar una bomba debajo de la casa en que veraneaba la familia. Quemaron además el vehículo de su hija aparcado en el domicilio. Pintaron el coche de su segunda hija con una cruz gamada. Envenenaron a la perra. Además, ha recibido más de 60 querellas por su actividad en la Audiencia Nacional. En 1990 comenzó a investigar el terrorismo yihadista. Reconoce que ya entonces el peligro era latente. Él lo dice de esta manera: «Era evidente que nos iban a comer». Siempre sereno, sonríe, escruta el paisaje cerrado de esta sala de hotel, y mira adentro de él mismo la respuesta oportuna, argumentada, extensa, sólida, cierta.

-43 años dedicado al Derecho, como universitario, opositor, juez, profesor, abogado, activista de los derechos humanos y ahora como aprendiz de escritor, como usted dice. ¿Cómo se las apañó para estar siempre en el punto de mira?

-A veces, no lo busca uno. Es verdad que yo siempre he tomado decisiones que me han llevado a estar en el filo de la navaja, en el punto de mira o, en cualquier caso, en riesgo de que tus decisiones comporten unos resultados que no siempre son favorables. Pero creo que merece la pena.

-Juez estrella, juez mediático, juez vedete, juez protagonista, juez campeador. No le molesta, pero le apena la ligereza con que se abordan cosas tan serias.

-No me molesta. Efectivamente, me apena es la expresión. Y sobre todo el hecho de que no se profundice. Que te pongan una etiqueta pero que después se profundice en el trabajo que haces, sea con visión crítica o favorable, eso es lo correcto. Esto es como los titulares. El periodista hace la entrevista y luego quizás los titulares principales se ponen porque van en la línea editorial. Por tanto, yo nunca me fijo en el titular, sino en el contenido. Cuando el titular y el contenido van en línea, pueden ser muy duros, muy ácidos, yo lo acepto. Cuando no, pues me pueden molestar, pero en todo caso respeto. Yo soy sumamente respetuoso con la opinión divergente. Lo de juez estrella nunca me han sabido decir qué querían decir con ello. Es que sale mucho en los medios. Bueno, será porque me sacan ustedes.

-Su libro está ilustrado con las viñetas en las que usted es protagonista y que fueron publicadas en la prensa de todo el mundo. Algunas amables y otras crueles o groseras. ¿Le molestan o no les hace ni caso?

-Me gusta coleccionarlas, porque creo que la viñeta, el dibujo humorístico o no humorístico, es un arte. A mí me ha impresionado siempre, porque con cuatro trazos te identifican lo que muchas veces no consigues explicar en cien páginas. A veces, comparto su visión. A veces, duelen. Porque dices «quizás les falta una información o quizás es un análisis superficial», y otras dan certeramente en el clavo. En un caso y en otro, lo que ocurre es que me gusta coleccionarlas. Y de ahí surgió la idea del libro En el punto de mira, que pretendía ser más viñetista y menos comentarista y al final se convirtió en lo contrario.

-Dice que lo más difícil ha sido transmitir la vorágine que suponía llevar el Juzgado Central 5, un constante hervidero de abogados, imputados, testigos, policías. ¿Tal era la actividad?

-Era una actividad muy frenética. Hubo momentos en que yo tenía 250 presos preventivos. Era un conglomerado de actuaciones que no trascendían a los medios de comunicación, salvo la punta del iceberg. Y sin embargo, no llegaban nunca a la complejidad de funcionamiento de un órgano judicial como el Juzgado Central de la Audiencia Nacional, donde simultáneamente tenías importantes casos de narcotráfico, de corrupción, de actividad económica, de terrorismo nacional, interior, de crímenes de lesa humanidad y a la vez podías tener un fraude de IVA que a nadie le interesaba o un fórum filatélico con 300.000 víctimas. Lo que he procurado en el libro es tratar de entrelazar de forma ágil para que el lector se dé cuenta de que no solo es lo que cuento sino que hay un trabajo muy duro permanente y, sobre todo, en equipo. Es decir, no es Baltasar Garzón, aunque en la portada del libro aparezca mi imagen. Es todo un conjunto de trabajo y lo digo. Por eso le dedico el libro a quienes han trabajado conmigo, a funcionarios, jueces, fiscales, abogados, letrados de la Administración de Justicia. Incluso a mis enemigos, que no lo son míos.

-A las pocas semanas de llegar al Juzgado inicia el caso GAL. Cita usted en el libro las acciones de determinados medios contra usted por la investigación.

-Para mí, y lo digo con honestidad y con serenidad, fue en el caso del GAL un grave error la interferencia para que no se descubriera hasta sus últimas consecuencias lo acontecido. Porque descubriéndose, lo primero es que nadie es imprescindible en ningún lugar, y el que haya tenido una responsabilidad, si se puede determinar, es mucho mejor a que se quede oculta. Porque si se queda oculta genera desconfianza hacia la ciudadanía. Si se limpia, se potencia el sistema y la gente confía en la justicia y no le ponen marcos diciendo «es de un sitio, es de otro». Y ahí nos debatimos en aquel momento. Torpemente algunos hablaban de desprestigiar a quien investigaba y no profundizaban en el hecho gravísimo o atentatorio contra el sistema democrático que era generar una dinámica delictiva para combatir el delito. Yo creo que se refuerza el sistema y el estado de Derecho cuando se consigue hacer frente también a esa deriva peligrosísima que es actuar fuera de los márgenes de la ley.

-¿De verdad nunca pensó que la X de los GAL fuera Felipe González?

-Nunca me lo planteé. Muchas veces lo he dicho y lo sigo diciendo. Cuando yo inicio la investigación de los GAL en marzo de 1988, yo no tenía el background que puedo tener ahora. Yo no excluía ninguna responsabilidad, pero tampoco predeterminaba cuál era la responsabilidad posible. Es decir, partiendo de unos indicios que me indicaban claramente que dos funcionarios policiales y una serie de hampones o de personas relacionadas con el crimen organizado estaban actuando ilícitamente, secuestrando, asesinando, persiguiendo, colocando explosivos en el sur de Francia, había una responsabilidad por arriba. Claro que sí. Qué nombre ponerle. No lo sabía en ese momento. Y por eso puse la equis. Era a partir de los superiores, como yo dije. Eso se puede interpretar de forma muy amplia. Lo que ya hice como juez fue ir haciendo jalones, subiendo peldaños por donde los indicios y las pruebas me permitieron. A partir de ahí ya no pude decir otra cosa. Pero recuerdo que en julio de 1995 yo planteé ante el Tribunal Supremo la posible responsabilidad de distintos aforados, entre ellos estaba el presidente del Gobierno, en ese momento era Felipe González. No lo valoré, dije, no puedo valorar. Decidan ustedes si aquí hay material o indicios. El Tribunal Supremo dijo que no. Posteriormente, en el caso de Guerra dijo que no. Por tanto, a eso nos atenemos.

-Sus indagaciones levantaron suspicacias, por decirlo de algún modo. Le dijeron que le traerían complicaciones y le proporcionaron protección policial.

-Y curiosamente, la primera protección oficial que tuve en el año 88 fue debida a los GAL y no a ETA. También es verdad que los medios que me dieron para investigar los GAL fueron bastante pocos. Un policía primero y uno más después. Y ahí nos quedamos. Y todo, trampas, dificultades, negociaciones respecto de fondos reservados, de actividades. Y fuimos peldaño a peldaño consiguiendo pequeños elementos, indicios, hasta construir lo que aparentemente había sido una trama bastante importante.

-Desde 1998 hizo frente al terrorismo, no solo de ETA, sino de los Grapo, Terra Lliure, los GAL o la extrema derecha. Intento de atentado al Rey, el secuestro de Ortega Lara, el asesinato de Ernest Lluch, etcétera. ¿Qué hecho le conmocionó más desde un punto de vista personal?

-Sin duda, el asesinato de Carmen Tagle me impactó muy fuerte. Pero todas las acciones terroristas igualmente me impactaron. Pero también cuando confrontas investigaciones de la dictadura argentina, de Pinochet. No puedo olvidar todos los testimonios y hasta dónde la degradación puede llegar. Han sido muchos escenarios. Me ha impactado el dolor y el daño a las víctimas y la insensibilidad. Cuando esta procedía del ámbito judicial, me revelaba y me repugna.

-También usted sufrió un atentado frustrado, le blindaron el despacho. ¿Se sobrelleva igual el trabajo cuando le quieren de esta manera?

-Intentaron colocar una bomba debajo de la casa donde veraneábamos. También en un barco que íbamos a utilizar. Sabes a lo que te arriesgas. Nadie me obligó a estar en la Audiencia Nacional. Fue una decisión voluntaria. Y si tú vas a un puesto donde tienes que confrontar, investigar y enfrentarte a organizaciones criminales, que no son precisamente amables, si tienes que decretar una prisión del segundo narcotraficante de la guerrilla del mundo, que impasiblemente por teléfono ordenaba el asesinato de una persona en Berlín, sabes que lo mismo te puede tocar a ti. Cuando aparecías en una lista o cuando decían: «El kilo de carne de Garzón está bastante barato». Cuando le queman a mi hija el vehículo aparcado en mi domicilio. Cuando le pintan a mi otra hija una cruz gamada en su vehículo. Cuando te envenenan la perra. Cuando entran en tu casa. Cuando te aflojan los tornillos de las ruedas del coche. Cuando te intervienen las comunicaciones. Sí, efectivamente, no es agradable. Pero, bueno, es el cargo. Yo permanecí allí porque quería estar y me fui porque me echaron. Y me dieron la posibilidad de llegar a una especie de pacto, un contubernio espurio; es decir, si te marchas, toda la acción judicial contra ti se paraliza. Que cada cual asuma su responsabilidad. Yo asumo la mía y sigo peleando por ella.

-Recibió un total de 54 querellas por su actividad en la Audiencia Nacional y solo una prosperó, la de las escuchas Gürtel. Veo que le querían en todas partes.

-Sí. Me siguen queriendo, porque se han ido produciendo algunas más. Atender una querella de Manos Limpias por la investigación de los crímenes franquistas, cuanto menos es bastante triste. Y sobre todo luego implementar los escritos de acusación porque no se acomodaban a lo que imantan las reglas procesales, pues también dice poco de un alto tribunal. Finalmente, se dice, bueno, se le absuelve porque no calibró las consecuencias. No. Sí las calibré. Además, la protección de víctimas y las persecución de los crímenes contra la humanidad, claro que sí. Yo creo que hay que tomar esas decisiones. Al final, me condenaron por un delito que no existía. Así lo mantengo yo. Se creó una sentencia y, curiosamente ahora, la reforma de la ley de de 2015 prevé exactamente lo que yo hice. Cuando menos, es paradójico (ríe), que ni siquiera de oficio hayan dicho si esto no es delito cómo sigue condenado Garzón. Pero, bueno, así son las cosas. Hay que seguir adelante.

-Todos recordamos su paso por la política como número dos por Madrid en las listas del PSOE en 1993. ¿Qué quedó de aquel periodo: la frustración de un sueño incumplido o las ganas de algún día volver al teatro político?

-Quedó la convicción de que el servicio público, sea desde la justicia, sea desde la política, sea desde cualquier otro foro, es necesario para fortalecer la democracia. Yo siempre he creído que el estado de Derecho se fortalece desde todos los puntos de vista. La actuación en punta de lanza frente a fenómenos criminales o políticos es necesaria con la diversidad, con la discrepancia. Por tanto, yo quizás no calibré las fuerzas que podía despegar. Esa fue una acción que pensé que podía contribuir a esa regeneración que se prometía y no fue así. Entonces, creo que en política hay que ser coherente. Recuerdo que, en un programa de Antena 3 de 15 de abril de 1994, dije si nadie dimite de un gobierno, tendré que dimitir yo para denunciar que eso está ocurriendo. Tres días después le presenté mi dimisión por escrito a Felipe González. Y luego se trató de deformar políticamente para no recibir el gol. Es que Garzón quería ser ministro. Si yo hubiera querido ser ministro, tenía nada más que haberlo pedido.

-¿Referéndum de autodeterminación para Cataluña y el País Vasco?

-El derecho de autodeterminación de los pueblos es un derecho reconocido en la Carta de Naciones Unidas. Lo que quizás en España falta es aceptar que somos una pluralidad de naciones. Hay que encontrar el modelo de convivencia en una sociedad cada vez más universal, más participativa. Y yo creo que es posible hacerlo. Desgraciadamente, tal como van las cosas, cada vez se encona más la situación.

-Su libro aparece en pleno juicio del ‘caso Gürtel’. Usted fue su primer instructor. Pese a tanta corrupción, el PP sigue ganando votos.

-Bueno, eso tendríamos que preguntárselo a los ciudadanos, ¿no? Quizás van en línea con que todavía en España no se han superado determinados ítems. Es decir, todavía hay los míos y los otros. Cuando se habla de que se superó el franquismo, yo tengo mis dudas. Yo, desde luego, no voy a coadyuvar con mi decisión y mis votos a quienes no han combatido la corrupción como se debe, como exige una democracia.

-¿Le gusta las sentencias impuestas a Urdangarin y a la infanta Cristina?

-Yo las sentencias las respeto y las critico. Las respeto porque son hechas por un órgano judicial independiente. Las critico si no estoy de acuerdo con ellas, o las apoyo. Para mí lo fundamental, y falta todavía, es que se vea la necesidad de tomar decisiones graves y drásticas respecto de quienes alteran el sistema económico, el sistema bancario, los que provocan una rescate bancario, los que utilizan la sociedad con un enriquecimiento propio y no hay una respuesta adecuada.

-Ahora que ha pasado el tiempo, ¿qué le queda por hacer?

-Todo. Me queda por hacer todo. Cada día es una realidad nueva. Me queda, y siempre voy a estar hasta el final de mis días, pelear por las víctimas.