El pasado 25 de diciembre, con 88 años, falleció la eminente astrofísica estadounidense Vera Rubin. Posiblemente este personaje es desconocido para la mayoría de la población, pero sin dudarlo Vera Rubin ha sido uno de los astrofísicos más destacados de la segunda mitad del siglo XX. Sus grandes y numerosos logros científicos los consiguió, además, con un gran esfuerzo extra en una sociedad que aún no aceptaba que las mujeres atendieran a carreras especializadas en la universidad. Posteriormente, tuvo que compaginar el cuidado de sus cuatro hijos (todos se dedicaron luego a la Ciencia) con su investigación en astrofísica. Además, fue la primera mujer en utilizar los telescopios del Observatorio de Monte Palomar (EEUU).

Apasionada por su trabajo, lúcida como pocas personas en entrever el significado de los datos, una persona sencilla que siempre transmitía buenos consejos a los más jóvenes, Vera Rubin ha pasado a la no existencia sin recibir el justo reconocimiento de su trabajo recibiendo un Premio Nobel de Física, algo que la comunidad astrofísica internacional lleva años reclamando.

¿Qué descubrió Vera Rubin para merecerse tal distinción? Nada más y nada menos, fue la persona clave en proponer que en las galaxias existe un tipo de materia que no emite luz. Además, esta misteriosa materia era mucho más abundante que la materia luminosa (estrellas, gas y polvo). Ahora designamos a esta componente como materia oscura y es una pieza imprescindible para la Astrofísica y la Cosmología: sin materia oscura no sabemos cómo funcionan las galaxias, o cómo se agrupan en cúmulos de galaxias, o la misma estructura a gran escala del Universo, o los rasgos que vemos en a radiación cósmica de fondo (el eco del Big Bang). Y es más: los mismos modelos de evolución del Cosmos dejarían de funcionar. No sabemos qué es la materia oscura, pero tenemos miles de observaciones que prueban que está ahí. Los datos actuales señalan que hay 5 veces más materia oscura en el Cosmos que materia ordinaria.

Durante la década de los 70 del siglo pasado, Vera Rubin obtuvo las observaciones fundamentales que demostraban la existencia de la materia oscura. Es cierto que otros astrofísicos anteriores (por ejemplo, el controvertido Fritz Zwicky) había notado antes que ella que para explicar algunas observaciones extragalácticas era necesario involucrar a más masa que la que se medía. Los datos de Vera Rubin (que usaban la técnica de la espectroscopía) no daban lugar a dudas: las partes externas de las galaxias se movían mucho más rápido de lo previsto por la teoría, considerando el número de estrellas y la cantidad de gas y polvo que albergaban. La única manera que tenemos de explicar este movimiento es o modificando la Teoría de la Gravedad de Newton (que ha superado con éxito el resto de pruebas observacionales y que aparece dentro de la Relatividad General de Einstein en el caso particular de bajas velocidades) o considerando que hay «mucha materia no luminosa» que no vemos. En caso contrario, las partes externas de las galaxias debería salir disparadas al espacio.

La hipótesis de la materia oscura postulada por Rubin fue muy polémica y controvertida en sus principios, particularmente porque estas ideas venían de una mujer. Pero en unos pocos años, con observaciones independientes, se comprobó una y otra vez que ella tenía razón. Así esta «teoría radical» fue incorporada al conocimiento físico del Cosmos. Y fue la astrofísica quien jugó un papel fundamental en ello. Las mujeres científicas están realizando grandes contribuciones, pero desgraciadamente aún no se conocen o se valoran en su justa medida. Nuestra generación tiene que seguir luchando para que se consiga la igualdad total de mujeres y hombres en ciencia y en todos los aspectos de la sociedad. O nos perderemos la mitad del talento de la Humanidad.