Limpio como una patena, pero sin perder su esencia. El Templo Romano luce desde ayer una imagen renovada que permite recrear cómo sería el edificio en su origen, mucho más claro de lo que estamos acostumbrados a ver. Y es que, según explicó ayer la coordinadora de los trabajos, la arquitecta Carmen Chacón, en esta fase se ha realizado un laborioso trabajo «una tarea digna de un cirujano», aseguró, que empezó con la desinfección del monumento para pasar después a una limpieza manual y a su consolidación, sellando grietas, erosiones y suprimiendo manchas. Junto con la obra civil de acceso hay un mes en el que la empresa está vinculada a la contratación para cuestiones previstas en la adjudicación.

De esta forma, «se ha trabajado tanto en la sillería del monumento original, del siglo I, como en la reproducción realizada en los años 50 por Félix Hernández», explicó. Por primera vez, los arqueólogos han podido palpar las columnas y capiteles, tapando cualquier fisura para evitar la entrada de agua y vegetación. Chacón explicó que «en esta zona existen muchas escorrentías de agua» y que «se subirá el nivel de protección de los sillares, muy deteriorados por este motivo», para que los cambios de humedad le afecten lo menos posible.

A la vista quedan ahora las columnas, mezcla de piezas originales y reproducciones. «Pese a lo limpio que se ve, no se ha eliminado pátina de las columnas», explicó, «por eso se ven los trozos de mármol incrustados en las columnas, que conservan tres capiteles originales».