Catedrático de Ingeniería Forestal en la Universidad de Córdoba, Jesús Gil Ribes ha obtenido el premio Galileo a la Transferencia del Conocimiento, convocado dentro del II Plan Propio Galileo de Innovación y Transferencia de la UCO.

-Como ingeniero agroforestal, ¿qué importancia tiene este campo en la investigación?

-Todos los campos son importantes para la investigación. La ingeniería agroforestal aborda temas tecnológicos y de infraestructuras, como la mecanización, los riegos, las construcciones y la electrificación rural, entre otros. En mi caso, me dedico a la mecanización, que es un área clave, en la que se investiga poco o nada por los organismos públicos.

-¿Cómo se puede potenciar su innovación?

-En primer lugar, concienciándonos de su importancia y su necesidad; después, teniendo claro hacia dónde debemos ir y, por último, con recursos y tiempo suficientes para culminar los desarrollos. Necesitamos un ecosistema de acompañamiento a las empresas y a las explotaciones que les permita generar la innovación y el emprendimiento necesario para abordar sus retos tecnológicos y sociales. La universidad tiene que cambiar, creando una nueva estructura organizativa orientada a la innovación abierta y basada en el conocimiento, que actúe como catalizador, para un crecimiento sostenible, integrador e impulsor del desarrollo futuro.

-¿Qué actividades relacionadas con la transferencia del conocimiento e innovación ha llevado a cabo?

-El grupo de investigación al que pertenezco (Mecanización y Tecnología Rural) ha tenido siempre en su ADN la transferencia y la innovación como una prioridad absoluta. Dentro de ellas, nos hemos centrado en la mecanización y en la recolección del olivar, especialmente a través del convenio CPP Mecaolivar con el Mineco, desarrollando los primeros prototipos de cosechadoras integrales, para el tradicional, y nuevas cosechadoras, para el intensivo. Además, hemos desarrollado sistemas de prevención del vuelco de tractores, que se están aplicando en el ámbito militar. Todo esto, con la colaboración e implicación del sector, a través de las interprofesionales del aceite de oliva y de la aceituna de mesa.

-¿Y patentes?

-En los últimos años hemos solicitado nueve patentes (tres ya concedidas) y tres modelos de utilidad. Diez de ellas compartidas con empresas, una con la IAOE y otra con la Consejería de Agricultura. Dos han sido sobre cosechadoras para el olivar tradicional (una con extensión internacional), dos sobre nuevas cosechadoras para intensivo, tres sobre pinzas de vibrador y materiales de agarre, dos sobre atomizadores, una sobre barras de tratamientos, otra sobre evaluación de equipos de pulverización, dos de desbrozadoras y una internacional sobre sistemas de prevención del vuelco.

-¿Qué supone para usted recibir este premio?

-Los reconocimientos siempre vienen bien; te refuerzan y animan a seguir trabajando. Tengo que decir que es un premio individual, pero realmente es a la trayectoria de los últimos veinte años del grupo de investigación que coordino. Mi principal mérito es ser el más antiguo. Es importante que no solo se premie a la investigación, sino que se extienda a la innovación y a la transferencia, como se está haciendo en la UCO con su Plan Galileo, y que en España suelen ser las grandes olvidadas.

-Estos reconocimientos, ¿favorecen el fomento de la investigación?

-Sí, pero para fomentar la investigación y la innovación primero hay que colocarlas como una prioridad real y darles peso como a la docencia, desde el punto de vista de la asignación de recursos y de personal. También es clave favorecer la iniciativa, la creatividad y reducir los excesos y las cargas administrativas y de gestión que nos abruman.

-¿Cómo cree que se puede animar a investigadores noveles y expertos a que sigan con sus trabajos?

-Dándoles unas expectativas razonables de promoción y estabilidad, que ahora brillan por su ausencia. Estamos perdiendo una gran cantidad de buenos investigadores que se marchan fuera. Se tardan diez años en formar un investigador y no se puede prescindir de los mejores y, sobre todo, de los que logran una implicación de sus trabajos con las necesidades de la sociedad y del tejido productivo. Las universidades tienen que apostar por aquellas áreas en las que pueden ser referentes y atraer recursos.