Llega la hora de la verdad absoluta. Aunque suene algo fuerte, me parece a mí, que no exagero demasiado. Con el nacimiento de nuestros hijos, se destapan toda esa explosión de sentimientos, que andaban algo aletargados en el fondo de nuestra atrevida juventud; la cual, daba preferencia al del enamoramiento como estrella principal de ese estado ‘catatónico’ y pasajero. Los hijos ponen a prueba, aquellos valores por estrenar que a todos nos acompañan, pero, que hay que ir desarrollando, con la ayuda de nuestra inteligencia y nuestra condición de personas responsables con la vida. Ser padres se convierte en uno de los valientes retos con los que nos enfrentamos a esta trascendente realidad. Dejando así, firmemente constatado, nuestro compromiso con la biología. No serlo, podría ser, la explicación al ponderable destino de la humanidad.