Hay un programa en televisión que lleva muchos años emitiéndose. Me refiero, y así lo adivinarán, si cambian el infinitivo del segundo verbo que aparece en el título de este artículo por su contrario. La aceptación por parte de la audiencia lo debe mantener en candelero por sus efectos ‘narcotizantes’ a la hora de la siesta. Por el contrario, el soporífero pestañeo de sobremesa se puede convertir en tu enemigo durante este concurso. Tanto el presentador como el entregado público que lo frecuenta, son capaces de cambiarte de posición en el sofá y colocarte a pie firme en un santiamén. No es muy normal la algarabía que organizan los susodichos, cuando alguno de sus concursantes responde a esa pregunta final, que le encumbrará en la máxima de las excelencias sobre la llama de la sabiduría. El presentador les llama sabios. Aunque el mensaje subliminal del título real del programa, nos advierta de que, cuanto más sepas más posibilidad tendrás de ganar; en la vida cotidiana, tanto saber como perder pueden ir de la mano, cual pareja de enamorados.