Ganado: Seis toros de Núñez del Cuvillo. La corrida ofreció muy buen juego en conjunto.

Sebastián Castella: bajonazo trasero (oreja tras aviso); estocada trasera (ovación).

Alejandro Talavante: estocada caída trasera (oreja); estocada muy trasera (dos orejas). Salió a hombros.

Roca Rey: estocada tendida (oreja); estocada desprendida y descabello (oreja tras aviso).

Seis orejas seis se cortaron en el que se preveía festejo estrella de esta feria del Pilar. No en vano ha sido el único en el que el público ha hecho que se coloque el cartel de «no hay billetes», pero también, a posteriori, el que ha arrojado el resultado más redondo y triunfal de todo el abono.

Más allá del triunfalismo y de la euforia, de tan redonda tarde de toros sobresalieron especialmente las faenas de Alejandro Talavante, que marcó las diferencias con sus también triunfantes compañeros por una única cuestión conceptual: la del toreo templado y de trazo largo que interpretó. Con una irrenunciable suavidad, para citar, enganchar y llevar las embestidas fue como el extremeño asentó ya las medidas fuerzas de su primero, graduando con precisión la exigencia en el mando, las pausas y los tiempos que el animal necesitaba para romper. Pero el triunfo grande de Talavante vino con el quinto, un toro que amagó rajarse en los primeros tercios pero que acabó entregándose también a su muleta. Un inicio de rodillas, aguantando pasmosamente las fuertes oleadas del de Cuvillo, preludió una faena marcada por las mismas pautas de suavidad y temple del torero de Badajoz.

Roca Rey se llevó sendos trofeos -no los dos de un solo toro que exige el reglamento aragonés- pero no salió a hombros, en una tarde en la que puso sobre el tapete su variado, fresco y efectista concepto del toreo... aunque no el poso ni el temple que le hubieran llevado a un éxito más rotundo con un buen lote.

La sexta oreja del dispendio fue para Sebastián Castella, en concreto la que le dieron del primero, el toro más completo y de mayores opciones de la buena corrida de Cuvillo por el largo recorrido de sus repetidas, francas e incansables embestidas, a las que añadía, por fuerza y entrega, una gran transmisión de cara al tendido. Fue toro, evidentemente, para un éxito mayor que el que logró el francés por una faena de muchos pases, empalmados sin remate más que ligados, y sucedidos e interpretados de forma mecánica, antes de ponerles fin de un feo bajonazo. Del cuarto no sacó nada.