El ganado: cinco toros de Jandilla y uno de Fuente Ymbro (3º), de desigual presentación, pues los hubo de escaso cuajo frente a otros más rematados. Varios resultaron nobles, y el resto descastados.

Juan José Padilla: media estocada tendida y siete descabellos (silencio); estocada (oreja).

Miguel Abellán: estocada (ovación); pinchazo, media estocada y descabello (silencio).

El Fandi: media estocada baja (ovación tras petición de oreja); pinchazo hondo (ovación).

La plaza: más de tres cuartos de su aforo.

La corrida del sábado de feria comenzó con un gran sobresalto, un percance que ensombreció el ambiente festivo.

Y es que, después de que Juan José Padilla lo recibiera a portagayola y otras dos más en el tercio, el primero de Jandilla prendió de manera certera al jerezano a la altura de la cadera, sacudiéndolo en el aire.

Cuando Padilla cayó inerme sobre la arena y las cuadrillas llegaron con alarma al quite, toda la plaza se sumió en un expectante silencio, sólo resuelto cuando, minutos después, el torero se reincorporase enfundado en un pantalón vaquero que cubría los destrozos de la taleguilla, maltrecho pero ileso.

Así que, ante una corrida de Jandilla desigual en todo, comenzó la producción en cadena de toreo aparente. Padilla estuvo firme con el primero de la tarde después del percance, aun sin llegar a conjuntarse con el animal antes de marrar con los aceros. Pero fue en el cuarto cuando le llegó la recompensa de esa oreja concedida más por simpatía, por el tono festivo de la tarde y por la contundencia de una buena estocada que por la suma de muletazos que, ante un toro más que manejable, no provocaron ni un olé en el tendido.

Miguel Abellán hizo los trasteos de más mérito de la tarde al lote menos favorable. Y si ya tuvo que aguantar mucho ante un segundo incierto al que también recibió de rodillas en la puerta de chiqueros, luego consiguió atemperar en varias series de derechazos la destemplada y protestona actitud de un quinto de horrendas hechuras, impropio de una plaza y una feria como esta.

Por su parte, David Fandila El Fandi se mostró siempre variado y vistoso con el capote y cuajó, sobre todo con el sexto, dos espectaculares tercios de banderillas en un portentoso alarde de facultades.

Pero al tocar el cambio de tercio, los trabajos del granadino con la muleta hicieron caer en picado en entusiasmo del público, que no se removió nunca con el estajanovista y mecánico despliegue de oficio con que el torero fue alargando la corrida hasta muy pasadas las nueve de la noche, cuando todos querían tomar el camino del Real.