GANADO: Cuatro toros de Victoriano del Río, muy desigualmente presentados. Primero y quinto estuvieron marcados con el hierro de Toros de Cortés.

ANTONIO FERRERA: ovación, y aviso y vuelta al ruedo tras petición.

JOSÉ MARÍA MANZANARES: ovación y silencio.

ANDRÉS ROCA REY: oreja tras aviso y ovación tras aviso.

Se cortó un trofeo pero pudieron ser tres. Habrían dado un signo diferente a una tarde que se disparó en el reloj y que se estrelló a ratos contra un encierro de Victoriano del Río demasiado desigual en todo. El primero de ellos, lidiado en tercer lugar, le tocó en suerte al joven matador peruano Andrés Roca Rey. El paladín limeño está en vena y se le nota, informa Efe. La verdad es que se hartó de torear al natural en una labor intensa y reunida. Roca, que ya tenía a la gente metida en el bolsillo, fue acortando las distancias trufando el toreo fundamental de remates y nexos absolutamente originales hasta formar un verdadero lío en la distancia corta. Se tiró a matar de verdad pero la espada no terminó de agarrar. El torero volvería a hacer el mismo esfuerzo con el sexto, un animal informal. Roca Rey se entregó por encima de las posibilidades que le ofrecía su enemigo pero fue imposible.

La tercera oreja del festejo la podría haber cortado el diestro extremeño Antonio Ferrera, que volvía a la plaza de la Maestranza incluido en el lujoso cartel del Domingo de Resurrección después de resultar triunfador absoluto de la pasada Feria de Abril.Ferrera, que no había podido hacer casi nada con el sobrero de Cortés que saltó en primer lugar, comprobó que la mejor virtud del cuarto era la humillación. A partir de ahí, se empleó en una faena dicha de menos a más, en la que el clasicismo del pasado año, de alguna manera, ha dado paso a cierto manierismo. La faena había subido de intensidad y Ferrera, dueño de la escena, supo enseñar su repertorio de remates. La espada, desgraciadamente, no funcionó en el mismo son.

En medio de Ferrera y Roca Rey, hay que advertir que Manzanares sorteó el peor lote del desigual envío de Victoriano del Río. El segundo le avisó varias veces hasta prenderle en una dura voltereta de la que salió con el rostro ensangrentado. La faena fue tan larga como infructuosa. Algo parecido le ocurrió con el rajado quinto, que no cuajó.