GANADO: Novillos del Conde de Mayalde, bien presentados.

PABLO ATIENZA: estocada atravesada y cuatro descabellos (silencio tras aviso); y estocada ligeramente atravesada (silencio tras dos avisos).

ALFONSO CADAVAL: estocada traserilla (ovación tras leve petición); y estocada muy tendida y tres descabellos (silencio).

‘TOÑETE’: pinchazo y bajonazo (división al saludar); y estocada (oreja).

Una tarde que se iba por los derroteros del desencanto al ver cómo se les marchaba a los de luces una buena novillada del Conde de Mayalde, se tornó de repente en un meritorio triunfo de una oreja para Toñete en el sexto, sobreponiéndose al tremendo aguacero que descargaba en ese momento del cielo de Madrid.

El ruedo de Las Ventas se convirtió en una piscina olímpica en cuestión de segundos, el mismo tiempo que tardaron los tendidos en vaciarse prácticamente por completo. Solo quedaron algunos valientes sobre la piedra calada. Y es que lo que cayó fue la mundial. Agua para llenar cuatro embalses y, peor aun, un viento de tormenta que hacía ingobernables los avíos.

Ahí estuvo la reivindicación personal del heredero hotelero, que calló muchas bocas, sobre todo aquellas que le señalaban y juzgaban de antemano por la supuesta facilidad de haber llegado hasta donde ha llegado y de haber toreado lo que ha toreado solo por el mero hecho de nacer en el seno de una familia de bien y acomodada. «¿Cómo se puede dedicar a ser torero un chico que ya de cuna tiene la vida resuelta?». Se preguntaba un corrillo de supuestos aficionados en los prolegómenos del festejo, cuando el sol todavía se dejaba ver en el cada vez más grisáceo cielo madrileño.

La respuesta les llegaría dos horas más tarde, cuando Toñete, desataviado de etiquetas y supuestos prejuicios, hundió las zapatillas en el barrizal, se olvidó de las inclemencias y se puso a torear al noble sexto en una faena emocionante por sincera, y en la que también hubo encaje, expresión y gusto en la interpretación.

Además de este pasaje, la primera novillada de San Isidro trajo consigo otros aspectos también interesantes y que no deberían pasar por alto. Fundamentalmente el buen envío en conjunto que lidio el Conde de Mayalde, con al menos cuatro de seis utreros con más posibilidades de lo que les hicieron sus lidiadores.

El propio Toñete no pasó de aseado con el novillo de su debut en Madrid, el tercero, un animal noble, dócil, de los que dejan estar a gusto, y con el que, sin embargo, el madrileño no pasó de la zona de confort en una labor correcta, de oficio, pero ayuna de emoción.

El otro debutante de la tarde, Alfonso Cadaval, anduvo con muchas ganas, lo que se dice estar «en novillero», con un segundo que, pese a mansear, exigió en el último tercio. El sevillano demostró tanta entrega en lo accesorio como poco fuste en lo fundamental. Con el quinto, uno de los garbanzos negros por falta de raza y escaso fondo, Cadaval se alargó más de la cuenta.

Y algo parecido, o peor, le pasó a Pablo Atienza. Después de mostrar el buen corte que atesora con un parte plaza muy venido a menos hasta que se rajó, se diluyó por completo con el mejor novillo de la función, el cuarto, sin acoplarse.H