Barata, muy barata. Así fue la puerta grande que se anotó ayer la rejoneadora Lea Vicens en el festejo que cerraba el ciclo taurino cordobés. Increíbles las dos orejas que obtuvo en el sexto tras una labor sin ajuste en los encuentros, alargando el brazo para clavar y buscando continuamente la complicidad del público lejos de la cara del toro. Lo cierto es que para alcanzar tal premio debió contar que el presidente le negara un trofeo en su primero, lo que predispuso al público a pedirle dos en el último con tal insistencia que, al final, el palco terminó por sucumbir. Pero ni mucho menos fue para tanto ni para que Lea Vicens pusiera nombre a una tarde en la que Joao Moura también obtuvo un trofeo y en la que Pablo Hermoso de Mendoza, que no anduvo acertado a la hora de matar, protagonizó, sin duda, el mejor toreo.

El navarro hizo mucho y bueno en el cuarto de la tarde, un toro que salió distraído y al que supo fijar llegándole a la cara. A partir de ahí, Pablo Hermoso toreó una barbaridad. Lo hizo, fundamentalmente, de costadillo y con un temple brillante, tanto para preparar las suertes como a la salida de los encuentros. Además, siempre llevó, colocó y puso al toro donde y como quiso, tirando de él con maestría y a escasa distancia de los pitones. Bien también a la hora de clavar, aunque lo mejor fue la suficiencia apabullante con la que estuvo en la cara del toro. Lástima que el ejemplar de Terrón fuera a menos y la labor, en consonancia, se enfriara, sin que tampoco le terminaran de salirle las piruetas al caballero y sin que remontara con las cortas. Eso y el desacierto a la hora de matar lo dejó todo en una ovación, pero aun así fue la faena de más peso de la tarde.

Hermoso ya había demostrado con creces su capacidad en el que abrió plaza, aunque en este estuviera más fácil, faltando más ajuste y chispa. La misma que tampoco terminó de aportar el toro. Aun así, el navarro mostró su toreo templado entre suertes y su facilidad para clavar. La labor terminó en silencio tras un reiterado fallo con los aceros.

Joao Moura se llevó el primer trofeo de la tarde en el segundo del festejo. La suya fue una labor correcta, sin alardes. Comenzó toreando mucho entre suertes, faceta en la que destacó más que en los encuentros, pero tampoco se prodigó en ella a partir de media faena. Eso sí, supo buscar el apoyo de los tendidos, calentó con las banderillas cortas y acertó con el rejón de muerte a la primera, suficiente para el trofeo.

En su segundo, de nuevo toreó bien de costadillo el portugués y estuvo fácil a la hora de buscar toro hasta que este se quedó muy parado. Atacó entonces Moura en corto, pero clavó desigual y la labor no terminó de despegar.

Lea Vicens, en su primero, estuvo más en los adornos que en el toreo. Los quiebros los marcó muy lejos, clavó desde la lejanía y, además, a la grupa. Sin apreturas, muy fácil en los encuentros, el público, dicho queda, le pidió una oreja que el presidente no concedió. Y en el sexto, con los tendidos de su parte, más de lo mismo. El poco ajuste fue muy evidente y clamorosa la forma en la que alargaba el brazo para clavar. Destacó en los adornos y pocas pegas tuvo la doma, pero el rejoneo es, sobre todo, toreo, y ahí poco aportó. Eso sí, supo conectar con el público y buscó siempre su complicidad, lo que sin duda fue determinante para que este se volcara en la petición del doble trofeo. Cedió el palco y la Puerta de Los Califas se abrió para una salida a hombros sin peso ninguno. Ese fue el broche a una feria corta que este año ni tan siquiera tendrá el cierre de la tradicional becerrada homenaje a la mujer cordobesa y que deja escaso poso artístico.