El diestro Álvaro Lorenzo se ha llevado el mejor lote de la corrida de ayer en Santander, y, con una oreja en cada toro, ha abierto la puerta grande del coso de Cuatro Caminos, mientras Fortes ha recibido una cornada superficial al entrar a matar al quinto, al que ha cortado un apéndice.

Capitán, castaño, con sus puntitas de los pitones negros como el betún, con su cuajo, no fue precisamente como aquel de mismo nombre lidiado en Las Ventas en 1979, de legendaria pelea en varas: A este primero de Castillejo de Huebra no le dieron casi nada en el caballo.

Cuando Joselito Adame apostó por la verticalidad y el dejarle la muleta puesta, llegaron tres derechazos de figura enhiesta con mucho sabor, como el de pecho. Misma fórmula al natural, a favor del extraordinario navegar del toro. Otra vez una tríada diestra engastada con el pectoral. Esto fue todo lo bueno. Estocada contraria y la posible oreja perdida con el descabello.

Provinciano, bajo, largo, tenía el tercio delantero anovillado. E inválido era. Protestado por el público y sin picar, el presidente cambió el tercio con la bronca “in crescendo”. No se entiende. Se derrumbó dos veces en el último tercio. Quería y no podía, cabeceando. Se afanó Fortes en vano.

Algo más alto, también de generoso esqueleto, engatillado de pitones, Receloso también recibió un sólo aguijonazo. De poca fijeza, se movió mucho, con ritmo desigual y soltando la cara cuando se le llevaba a media altura. En uno de los cabezazos se llevó por delante a Álvaro Lorenzo: lo empaló cuando le vio en un desajuste entre el correr la mano derecha y la velocidad de la embestida.

La única serie de categoría, por naturales, al final, en cuanto el matador se decidió a atacar y a correr la mano por abajo. Se fue muy derecho tras la tizona, lo que le valió la oreja.

Langostudo, el larguísimo y algo zancudo cuarto, bien armado, pertenecía a la vacada de José Manuel Sánchez. Adame le enjaretó un quite por lopecinas, promesa de una alegría que el trasteo no tuvo. Iba y venía el burel, sin más, recostándose un punto por dentro, que dilató en exceso una labor intrascendente.

Zapatilla, bajo, bien hecho, de mucho cuello, tropezó mucho el capote de Fortes. Embistió acorde a sus hechuras: profundo, con su temple, rebosándose de la muleta. Sobre todo por el pitón izquierdo, por donde se abría para volver a entregarse.

MANOLETINAS / En muy contados momentos se acopló Fortes a su bondad. Las manoletinas invertidas precedieron a una estocada de máxima entrega. En el arreón postrero del toro hacia los adentros se lo llevó por delante. Lo tuvo a merced contra las tablas. Los pitones en el pecho y en las yugulares. La cornada la llevaba en la parte posterior de la pierna derecha. Con la oreja en la mano se fue a la enfermería.

El muy hondo sexto, Taponcillo, rompió la igualdad de la corrida con sus 638 kilos. Excelsa su calidad, para torearlo a placer. Y a placer lo empujó hacia adelante Álvaro Lorenzo.

Todo fue despacioso por ambas manos, y extensos los de pecho. La tanda cumbre, justo antes de irse a por la espada de verdad, muleta puesta, cintura flexible y sólo girar los talones para ligar. Regusto en los ayudados finales y sólo medio estoque enterrado. Otra oreja.