Aunque fuera una sola corrida de toros, Linares siempre tiene algo especial. Y no es otra cosa que el recuerdo a Manuel Rodríguez Sánchez ‘Manolete’. Este año se cumple el 70º aniversario de su muerte. El 28 de agosto de agosto de 1947, Islero, un toro de la ganadería Miura, dejó herido de muerta al califa de Santa Marina, que murió 24 horas después en el hospital de Los Marqueses agarrado de la mano de su madre, Angustias. Aunque el festejo no se dio en el tradicional día 28, se guardó el minuto de silencio por el respeto y la admiración hacía el monstruo cordobés.

Frente a un ganado deslucido, fue Enrique Ponce el encargado de rendir homenaje a Manolete. Ponce fue el triunfador este año de la feria taurina de Córdoba y han sido muchos (ayer mismo el matador El Puri desde estas mismas páginas) los que han reclamado que el diestro valenciano tenía que haberse hecho con el trofeo que premia la mejor faena en Los Califas, que lleva por nombre Manolete en homenaje del de la Lagunilla, pero quedó desierto. Ayer Ponce volvió a reivindicarse para ligar su nombre de algún modo a los actos en recuerdo de Manolete con tres orejas muy trabajadas y agradecidas si se tiene en cuenta la nulidad del ganado.

Y es que dio pena ver a esos toros en Santa Margarita. Enrique Ponce salió a hombros, sí, pero ni él ni Curro Díaz pudieron torear como Manolete se hubiera merecido. El encierro de Samuel Flores fue lamentable con unos animales con cara y buena presencia, pero pésimos en juego. Desentendidos, sin humillar, bajos de raza y lejos de lo que hoy es un toro bravo.

Enrique Ponce paró al primero a la verónica sin lucimiento. El animal pronto se convirtió en un marmolillo y comenzó a estar a la defensiva. El diestro aprovechó querencias para dar algunas series, pero haciéndolo todo. Luego, le dio unos bellos ayudados a cámara lenta con un toro sin humillar y que cogía el engaño sin decir nada. El segundo fue el único que le dio mínimas oportunidades a Curro Díaz. Lo paró con bellos lances y lo sacó a los medios con un trasteo muy torero. El de Samuel Flores quería poco algunas veces y otras nada. Sin embargo, Curro Díaz, a fuerza de provocarlo y tirar de él, le dio un par de buenas series con la derecha y un bonito circular invertido. Logró un trofeo. Enrique Ponce consiguió otro en el tercero. El toro parecía que tenía un poco de más raza, pero se apagó muy pronto. Inició bien la faena por bajo antes de cinco derechazos templados. Ponce construyó una faena con cambios de mano y hasta poncinas. Al final, hasta tuvo que salir corriendo detrás de él para que no se fuera.

Curro Díaz tuvo un cuarto toro con emoción, pero por malo. Era imposible por los dos pitones, pero el animal ni siquiera tenía fiereza o casta para poner en apuros al diestro. Simplemente, se defendía de tal manera que resultaba imposible meterlo en la muleta y, mucho menos, que pasara. Curro Díaz estuvo valiente. Nada más podía hacer.

Al quinto se le cortaron dos orejas de sol. Sin humillar, derrotando y saliéndose de la muleta de Enrique Ponce, que ya tiene mérito. Al igual que todo el encierro tuvo nobleza, pero careció de fijeza y de una embestida con opciones. Enrique Ponce compuso una faena hábil y comunicativa llena de recursos. Y en el sexto, Curro Díaz se dio un arrimón de campeonato. Ni merecía la pena porque el astado no ofrecía opciones. Sin embargo, el de Linares sabía que era su plaza y no quería marcharse a pie. Pero el animal siempre estuvo con el aire reservón y malo de toda la corrida. Al final, no consiguió la puerta grande y eso que puso todo de su parte. Lo pudo coger varias veces. Y, como se dice en Linares, chin pum. Ya no hay más corridas. Si es como la de ayer, mejor. Ver cómo Enrique Ponce y Curro Díaz se estrellaban con un encierro así dio pena, y más el día en el que Manolete estaba en el recuerdo.