El excepcional trasteo dictado por José María Manzanares a un excelente ejemplar de Olga Jiménez marcó ayer la diferencia en Sevilla en una tarde que también contempló la mejor versión de Castella, que cortó dos orejas a su primero, aunque la espada le acabaría cerrando la Puerta del Príncipe en el cuarto.

La historia se habría contado de otra manera si la espada de Castella hubiera entrado a la primera al pasaportar al cuarto. Estaríamos hablando de una Puerta del Príncipe pero, pese a la dictadura de los números, el titular seguiría perteneciendo a Manzanares, que dictó un faenón antológico ante el excelente quinto.

Todo se hizo bien. De menos a más. Y el engranaje de la cuadrilla funcionó a la perfección para ahormar a un toro que cada vez enseñaba cualidades más positivas. La lidia precisa de Rafa Rosa y el excelente segundo tercio que cubrieron Suso y Blázquez solo fueron el preludio de un trasteo antológico que tomó vuelo desde el primer muletazo.

Hacía tiempo, mucho tiempo que no se veía rugir así al público de la Maestranza. Es difícil ubicar en el molde estrecho de una crónica la espiral de muletazos hondos, empacados, naturalmente compuestos y perfectamente armonizados que basaron la gran faena de Manzanares.

López Simón se marchó de vacío. Sorteó en primer lugar uno de los cornalones que había enviado Fernando Sampedro sin lograr despojarse de cierta tristeza ambiental. El sexto, que caminó a su aire y desparramando la vista, no le dio opciones. La verdad es que pasó como una sombra. H