Una buena corrida de Adolfo Martín se fue con las orejas puestas después de que los tres toreros que hicieron ayer el paseíllo en la cuarta de feria en Santander no acabaran de aprovecharlos convenientemente.

Largo y ensillado, con un valle en mitad del lomo, apareció el primero que salió barbeando tablas. En cuanto se estiró mostró estar hecho cuesta abajo. Y así, acorde a sus hechuras, empezó a humillar desde el primer tercio. Se le picó muy mal, trasero y aplicando tres aguijonazos en el único encuentro con la acorazada.

Mantuvo el ritmo el toro en el medido quite por delantales de El Cid, que lo brindó al público: el indulto de Madroñito, del mismo hierro y en la misma plaza, el año pasado, siempre presente.

Fue un ejemplar de la versión más amable de lo de Adolfo Martín, de mayor profundidad por el pitón izquierdo, por donde basó el Cid un quehacer de más a menos con naturales enclasados sólo en los primeros rounds.

Más alto de agujas fue el segundo, cárdeno claro, con las puntas de los pitones mirando al cielo, tibiamente ovacionado de salida.

Paco Ureña compareció con la paliza recibida en Valencia retumbando en los huesos. El adolfo alternó sedosos deslizares con tornillazos, de ahí el desarme al natural. Sólo una tanta a derechas tuvo jerarquía. De ahí en adelante el trasteo entró en tendencia bajista. Lo mató por arriba.

Horquillón hizo tercero. Un tío, con dos señores pitones, abriéndolos, desafiante la expresión y con cuajo. En el segundo tercio empezó a colocar la cara con clase en los capotes. Con ese inclinar las sienes como signo de entrega. Hacer el avión le dicen.

Empujó entregado en el caballo. Inició José Garrido de rodillas en redondo y se demoró en exprimir el pitón bueno, el izquierdo. Incluso por ahí hubo intermitencias, con la colocación al hilo del pitón como común denominador. Se desperezó la tarde con el vibrante galopar hacia el caballo del cuarto, al que no se le hizo bien la suerte de varas. Esperó mucho en banderillas pero abrió la veda de las emociones desde que El Cid le citó desde la larga distancia.

Pedía sitio Horquillero. Cuando se lo dio su matador surgió la emoción del toreo largo y ligado en dos rondas a derechas. En la distancia más corta era menos agradecido y no retomó vuelo el trasteo hasta una zurda abrochada con uno bueno de pecho. Hasta tres veces lo pinchó.

También fue reseñable el empuje en el caballo del quinto, al que le taparon la salida para darle todo el castigo en el único encuentro. Ureña no fue capaz de aprovechar su enclasado ritmo lento, como mexicano. Y lo tuvo por ambos pitones. Sin embargo se tiró con fe tras el estoque y lo dejó arriba.

Complicado resultó el último, acostándose por ambos lados, dejando inédito a Garrido.