Ganado: seis toros de Miura, muy desiguales de volumen pero mal presentados en conjunto por falta de cuajo y remate y por su disparidad de cabezas. En cuanto a juego, salvo el segundo, que resultó manejable y embistió con nobleza por el pitón izquierdo, compusieron una áspera mansada de negada y violenta actitud defensiva.

Rafaelillo: atravesada que asoma y once descabellos (silencio tras aviso); pinchazo hondo y dos descabellos (silencio).

Pepe Moral: pinchazo, estocada trasera y cuatro descabellos (ovación tras aviso); pinchazo y estocada baja delantera (silencio).

Román: cuatro pinchazos, estocada caída atravesada y dos descabellos (silencio tras aviso); estocada baja y descabello (palmas).

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Una corrida de Miura, de presentación impropia de su leyenda y de la plaza de Madrid, abrió ayer con su violenta mansedumbre la que se conoce como semana torista de San Isidro y que ocupa tradicionalmente el último tramo del largo mes de abono de Las Ventas. Falló ayer la legendaria divisa sevillana, y no solo por su pésimo y negado juego, que también, sino ya de antemano por presentar una corrida de tan deslavazadas hechuras, impropias de su estirpe, y de tan escaso remate, incluso con algunos toros de aspecto anovillado a pesar de su volumen. Hubo solo una excepción que confirmara la regla, que fue la del segundo, un cárdeno con mejor lámina que sus hermanos y que, quizá por eso, desarrolló una manejable nobleza, embistiendo con mayor entrega y continuidad por el pitón izquierdo.

Pepe Moral consiguió con él algunos de los escasos momentos lucidos del festejo, en concreto varios naturales de limpio trazo y un par de series ligadas con la derecha. Solo que, a veces molestado por el viento, otras quedándose algo corto en la apuesta, no logró amacizar una faena que además remató mal con los aceros.

También entrando a matar sufrió Rafaelillo una tremenda paliza del primero de la tarde, un miura desrazado al que macheteó pronto pero que, en el último embroque, le esperó con sentido para golpearle secamente en el pecho, zarandearle y, milagrosamente, romperle solo la banda de la taleguilla. Aunque no resultara herido, el veterano torero murciano acusó las consecuencias síquicas del percance ante su segundo, que resultó más complejo y soltó tan duros tornillazos como el quinto, con el que Moral tampoco pudo pasar de un breve trasteo de aliño.

Por su parte, el joven Román, que cerraba su paso por la feria con este último esfuerzo, le puso a la complicada lidia de los miuras un decidido empeño, sin mayores resultados con el creciente sentido del tercero pero realmente meritorio y loable ante la violencia reservona del sexto. Fue este último el toro de mayor trapío y más en tipo de la ganadería, el más miura, o el único, de toda la corrida, que además ya centró toda la atención del tendido cuando, nada más salir al ruedo, saltó limpiamente al callejón por el burladero del tendido siete. Desde ese sector de la plaza fue desde donde más partido se tomó por el serio cárdeno, al que quisieron ver como bueno cuando, en un alarde de entrega y a base de tragar quina, el torero valenciano encauzó en su muleta algunas de sus inciertas y bruscas arrancadas.