Prendió la traca El Juli con el cuarto. Román entró por la vía de la sustitución y salió también por la puerta grande del coso vallisoletano en lo que ha sido una tarde de argumentos y con mucho interés. Aunque lo mejor, sin duda, ocurrió en el cuarto. Manejó a su antojo El Juli en la muleta a Fanfarria, un toro noble y con clase en la embestida. Lo cuajó a placer en faena in crescendo mientras construía una obra de temple, ritmo, mano baja y ligazón. Esos fueron los principales ingredientes de este guiso. El madrileño exprimió las cualidades de Fanfarria, un toro con mucho fondo, tanto al natural como en varias tandas sobre la diestra, que tuvieron rotundidad. Aquello se fue calentando, desembocando en el indulto. Algo excesivo, si se tiene en cuenta que el toro únicamente fue en una ocasión al caballo, cumpliendo en su pelea. El Juli le había buscado las vueltas al primero, un toro que reponía en su embestida, pegajoso. El madrileño, en una faena en la que primó la técnica sobre el lucimiento, le perdió pasos entre muletazo y muletazo en una labor larga, de aliento, sin respiro. Infame resultó el bajonazo.

Román no vino a pasar la tarde de su presentación en Valladolid. Rampante desde su ambicioso y original recibo al segundo abrochado por una larga cambiada de rodillas, tras unas gaoneras y varias caleserinas. Se dejó venir Román en la muleta un toro con movilidad y transmisión, al que le costaba tomar el primer muletazo. Faena sin renuncias, de más emotividad que exquisitez, en la que el valenciano no se dejó nada en el tintero. Román salió a revienta calderas en el quinto. A portagayola le dio dos largas cambiadas de rodillas. Se lo hizo a favor del toro en la apertura a Lacerado. Corrió bien la mano Román, sobre la diestra. Lo empujó a embestir hacia adelante. Firme el torero aguantó parones. A medida que bajó el empuje en la embestida del toro dio paso a los circulares invertidos y toreo de cercanías. Contundente espadazo. A Roca Rey se le coló el tercero por el izquierdo en el primer muletazo. Libertino salía con la cara a su aire a mitad del embroque. Esforzado al natural, pero anodino y despegado. Tan voluntarioso como mecánico y espeso de ideas. Las luquecinas finales arrancaron los primeros aplausos. El limeño hizo un esfuerzo con el que cerraba plaza, un toro protestón y con la cara entre las manos. Por encima de la deslucida condición del animal.