FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de El Torero, de bastas y feas hechuras y de destartaladas cornamentas en su mayoría. La corrida dio un juego muy desrazado, con falta de clase y/o de fuerzas, con algún toro manejable pero sin fondo y otros con mal estilo defensivo.

Joselito Adame, de azul pavo y oro: pinchazo y estocada delantera (silencio); estocada caída y descabello (silencio tras aviso); y estocada (oreja) en el que mató por Espada.

Francisco José Espada, de coral y oro, que confirmaba la alternativa: pinchazo y estocada desprendida, de la que salió lesionado (palmas a la cuadrilla tras dos avisos).

Ginés Marín, de verde esmeralda y oro: pinchazo, pinchazo hondo y cinco descabellos (silencio); media estocada atravesada y descabello (silencio).

Espada fue atendido en la enfermería de traumatismo craneoencefálico, con pérdida de conocimiento durante cinco minutos, y traumatismo facial pendiente de estudio radiológico, de pronóstico reservado. Y Adame de una contusión en la cresta ilíaca derecha y erosiones múltiples en el cuero cabelludo.

Buenas bregas entre los banderilleros de José Daniel Ruano, Fini y Miguel Martín.

Decimoséptimo festejo de la feria de San Isidro, con tres cuartos de entrada en los tendidos (17.277 espectadores), en tarde de calor y rachas de viento.

La corrida se iba por el sumidero de la falta de raza y de clase de una horrenda corrida de El Torero, surtida de toros cornalones y de bastas y feas hechuras que se comportaron tan mal como les obligaba su físico. Y es que las hechuras son el espejo del alma del toro de lidia.

El aparatoso percance de Francisco José Espada al entrar a matar al toro de su confirmación de alternativa, que le prendió en el segundo intento y luego le pateó la cabeza cuando yacía inerme en el suelo, fue el primer impacto de una tarde que iba a rematarse con otro aún más inquietante, aunque de mejores resultados.

Y es que el mexicano Joselito Adame, precisamente con el segundo que le hubiera correspondido a Espada, decidió terminar su aseada e inteligente faena de una manera tan sorprendente como olvidada en el toreo moderno: tirando la muleta y yéndose solo con el estoque en busca del hoyo de las agujas, citando únicamente al toro con el envés de su mano izquierda. No pareció una decisión premeditada, sino un rapto de inspiración y de arrebato como el que tuvieron sus paisanos Garza y El Soldado hace más de 80 años también en Madrid, y que Adame se resolvió con éxito a pesar de que, como era de prever, el pitón del toro le golpeó fuertemente en el muslo, sin llegar a herirle, al tiempo que el estoque entraba hasta las cintas en el cuerpo del animal.

Del impactante y sorprendente encuentro salió derribado el torero, mientras que el astado, en el último arreón de su agonía, le buscó en la arena para cornearle, pero en el impulso sólo logró caer fulminado sobre Adame, al que su cuadrilla tuvo que sacar de debajo de todo su tonelaje. Como un resorte, impactado y asombrado, el público sacó los pañuelos para pedir la oreja que premiaba, sobre todo, el peculiar final de una faena estimable en la que el mexicano, tan templado y con tanto oficio como mostró con su desrazado lote, aprovechó con buen gusto la noble aunque sosa embestida de ese sexto por el pitón izquierdo.

Peor librado, como decíamos, salió de la suerte suprema el madrileño Francisco José Espada, que confirmó su alternativa con un primer toro que se movió sin emplearse y sin dejar de soltar cabezazos a la muleta hasta que acabó rajándose frente a la firme determinación del joven diestro. Lamentablemente, no pudo escuchar las palmas que mereció cuando ya le llevaban inconsciente camino de la enfermería.

La expectación de la tarde giraba en torno de Ginés Marín, al que el público obligó a salir a saludar tras el paseíllo en recuerdo de la gran faena que le abrió la Puerta Grande de Las Ventas 48 horas antes. Pero si entonces se encontró con el bravo y notable Barberillo, ayer le cupieron en desgracia Pargo y Hurtador, o lo que es lo mismo: un basto tercero razado y afligido y un quinto cinqueño, feo y cornalón que para más inri -y ya es el segundo así que se les escapa a los veterinarios en esta feria- estaba reparado de la vista. No pudo repetir triunfo el extremeño, pero al menos logró que ninguno de los dos tampoco le amargara el de dos días antes.