Una entretenida corrida de rejones echó ayer el cerrojo a una nueva edición de la feria taurina del Valle. Un clásico festejo en el que el público no se aburrió y que contó con la colaboración imprescindible del juego del ganado, que debía haberse dejado más orejas en el esportón. El festejo, y la feria, se cerró con un toro magnífico, el sexto, que no dejó de embestir y acudía pronto y alegre, pero que el que se llevó el premio de la vuelta al ruedo fue el quinto. Cosas veredes, amigo Sancho.

El triunfador de la tarde fue, indiscutiblemente, Leonardo Hernández. No ya por el número de trofeos, que también, sino por su espectacularidad en el rejoneo que desarrolla. Su balance fue positivo en todos los aspectos. Supo conectar con el público desde la primer cabalgada, tanto en su primer enemigo como en el quinto. Su primer toro salió con muchos pies y lo enceló perfectamente con el caballo. Un toro que, como sus hermanos, resultó idóneo para el toreo ecuestre, aunque en los primeros compases buscara la puerta de salida. Puso dos banderillas al quiebro consintiendo mucho al toro y levantó a la gente de sus asientos en medio de una atronadora ovación. Toreó mucho y bien en redondo con el burel pegado a la cabalgadura. Con las cortas al violín, volvió el entusiasmo. Luego todo lo perdió con el rejón definitivo.

EL QUINTO / Pero donde dio toda su dimensión como centauro de lujo fue en el quinto. Su repertorio en este toro fue muy diverso y espectacular. Para clavar al quiebro citó desde el centro del ruedo al toro que pegaba en tablas. Espectacular la culminación, a pesar de salir, en el primer quiebro, un poco trastabillado al sufrir un empujón del toro. Tanto quiso apurar que a punto estuvo de caer. La ambición de este joven rejoneador no tiene límites. Toda su actuación en este segundo toro, fue una constante sintonía con el público, cuyas palmas echaban humo cuando clavó dos pares de banderillas a dos manos. No importó que cayera algún palo. La ejecución fue lo que valoró el respetable, que estaba a favor de Leonardo. Los adornos, incluido el teléfono, acabaron con el cuadro. Y puerta del Gallo para el joven caballero.

Abrió la tarde Sergio Galán, más sobrio en la concepción del rejoneo. Clavó banderillas y zarpas, muchas veces a la grupa. No conseguía calentar a los tendidos, hasta que cogió las banderillas cortas y salió toreando de costadillo, muy ajustado, y alejándose con vistosas piruetas. El toro fue quedándose cada vez mas parado en la embestida.

MAS BRÍO / Su segundo salió con más pies. Se comía al caballo. Puso dos rejones de recibo, banderillas al quiebro y alardes de buen jinete, pero sin acabar de conectar completamente con el público. Levantó los ánimos con dos rosas y una corta, clavadas con mucha precisión.

Lea Vicens, que encabeza el escalafón de actuaciones de rejoneadores, no estuvo, en su primer toro, un animal con mucha fijeza, a la altura que se esperaba de ella. Clavó banderillas cortas con desigual acierto, si bien jugueteando con el animal animó a la parroquia. Y al violín consiguió el premio de la ovación. En el sexto, el mejor del encierro, dio otra imagen más acorde con su categoría. Colocó dos banderillas al quiebro con mucho riesgo citando con el caballo arrodillado. En este toro su conexión con el respetable fue más completa. Jaleada constantemente toreó de costado con mucha emoción. Clavó una rosa consintiéndole al toro una barbaridad y la plaza se vino abajo. Salió de los embroques con mucha gracia demostrando una doma perfecta. Una actuación muy superior, que de no haber fallado con los rejones, le hubiera abierto la puerta grande.

Y esto es todo. La feria del Valle echó el cerrojo con un balance ganadero muy superior al artístico.