Ganado: Toros, para rejones, de Fermín Bohórquez (basto y con clase), Carmen Lorenzo (con carnes, noble) y Victorino Martín (serio y con poca entrega).

El rejoneador Hermoso de Mendoza: medio rejonazo trasero, pinchazo y rejonazo contrario (con ovación); rejonazo trasero (dos orejas); y pinchazo, medio rejón, pinchazo y descabello pie a tierra (palmas). Ha salido a hombros por la puerta grande.

Enrique Ponce: bajonazo (ovación); dos pinchazos y estocada baja (silencio); estocada corta y cuatro descabellos (ovación tras aviso).

El jinete navarro Pablo Hermoso de Mendoza celebró ayer su veinticinco aniversario como rejoneador de alternativa saliendo a hombros por la puerta grande de la plaza de Bilbao (norte), al final del atípico festejo en el que alternó "mano a mano" con el matador Ponce.

Dos de los grandes ídolos de la afición bilbaína, el rejoneador Hermoso de Mendoza y el diestro Enrique Ponce, están este año de celebración: el jinete navarro conmemora sus veinticinco años de alternativa, cumplidos ayer, y el valenciano su vigesimoquinta temporada como matador.

Salvando las distancias y valorando por separado, como merecen dos tauromaquias de tan distinta técnica y riesgo, Hermoso de Mendoza tuvo una actuación más regular y de mayor nivel que la de Ponce.

El caballero de Estella hizo un toreo muy puro y templado al primero toro de Bohórquez, en una faena casi redonda de no ser por sus fallos con el rejón de muerte. Pero como sí mató a la primera a su segundo de Carmen Lorenzo, se le concedieron dos orejas, generosa la segunda, que avalaban su salida a hombros en tarde tan señalada.

Para Hermoso el verdadero reto de la tarde fue la lidia de un toro de Victorino Martín, de un encaste nada habitual en las corridas de rejones y que con su escasa entrega y su medido trote exigía del maestro navarro un esfuerzo añadido y mucha más concentración en el empeño.

Superaba Hermoso con creces el desafío, ayudado en el tercio de banderillas por Sergio Domínguez, que actuó como sobresaliente de rejones, pero no hubo más premio porque ha vuelto a fallar de nuevo con los aceros de muerte.

Enrique Ponce también eligió para la ocasión un toro de Victorino, que en su caso resultó ser un animal de generosa cuerna pero muy escaso trapío y remate. A pesar de eso, el cárdeno astado exigía que tiraran de su humillada pero no fácil embestida, lo que Ponce no siempre acertaba a conseguir con una actitud precavida.

El primero del torero de Chiva fue un toro de Juan Pedro de escaso fondo al que hizo una faena técnica y templada pero que nunca cogió vuelo por la falta de emoción del conjunto.

Y del mismo hierro fue también el sobrero que se servía en bandeja en último lugar para que Ponce compartiera la felicidad de los fastos con su de siempre entregado público de Bilbao.

La del valenciano, coreada y jaleada con entusiasmo en el tendido, fue una faena muy variada de suertes, espumosa, vistosa. Una obra para todos los públicos, compuesta para envolver con papel de celofán un toreo liviano, y no siempre limpio, que exigiera el mínimo esfuerzo al animal. Y que también hubiera tenido regalo de haber rematado bien con espada y descabello.