El diestro Curro Díaz triunfó ayer a lo grande en Zaragoza merced a una faena de altas cotas artísticas, premiada con las dos orejas, después de que cayera herido grave al entrar a matar. En la enfermería fue intervenido Curro Díaz de cornada en cara interna del tercio medio del muslo derecho con orificio de entrada de 5 centímetros y dos trayectorias: una ascendente de 15, que desgarra fibras del músculo vasto interno y otra externa que, tras superar el fémur, llega hasta la cara externa del muslo. Pronóstico grave. Trasladado a la clínica Quirón de Zaragoza.

Curro Díaz encandiló a los tendidos merced a dos faenas de alta nota artística, especialmente la segunda, cumbre por la torería, el aroma y la plasticidad que imprimió el singular torero de Linares para cortar dos orejas sin discusión. Antes, en su bonancible primero, dejó Curro momentos sublimes, fogonazos de su peculiar tauromaquia por los dos pitones. Sabor por los cuatro costados y los tendidos rendidos a los pies del torero, que no anduvo acertado con la espada.

Pero si fue buena esta primera faena, la del cuatro fue extraordinaria. Fue éste un toro de Algarra de muy buena condición, muy noble y templado en sus dulces embestidas, y el de Linares dio una lección magistral de torería en una faena de tremenda plasticidad por lo bien que acompañó las embestidas. Se tiró como una vela a matar saliendo cogido por el astado, que lo prendió por la chaquetilla en unos momentos de angustia, pero, eso sí, con la espada enterrada en lo alto de su oponente, al que desorejó para el deleite de los tendidos.

Paco Ureña, aún sin tocar pelo rayó a buen nivel. Su primero fue un novillo mansurrón y justo de fuerzas al que toreó con mucha suavidad en una faena en la que no pudo entrar en profundidades, pero en la que demostró sitio y buen oficio. El quinto fue un toro más exigente y aquí anduvo muy firme el de Lorca para tragar en cada embestida y lograr una faena emocionante y meritoria.

Ginés Marín se las vio con un toro de notables opciones para que el joven gaditano dejara constancia el buen concepto que atesora. Gusto, temple y conjunción fueron las principales virtudes de una faena malograda a última hora con los aceros. El sexto fue un sobrero del mismo hierro de lo más deslucido, con el que Marín, que lo intentó de todas las maneras posibles, apenas pudo pasar de los detalles sueltos.