-¿Qué sensaciones le quedan después de cuajar el sábado un toro a altísimo nivel y protagonizar la polémica en torno al indulto que usted reclamaba y no se concedió?

-Me encuentro lleno, pleno por dentro como torero y, por otro lado, muy triste por intentar conseguir el indulto y que no se concediera. Este es sin duda uno de los cinco toros que yo recuerdo ahora mismo de mi carrera. Tengo en mi memoria -porque no voy a ver la faena y prefiero recordarla- 20 o 30 naturales con los que hacía tiempo que no me sentía así. Que un toro me permitiera torearlo a ese ritmo, con esa expresión, con la mano tan por abajo con la izquierda, también con la derecha,

más los pases de adorno... Cogiendo lo mejor de mis cinco mejores faenas en Córdoba, es difícil compactar una faena al natural como la de ayer.

-¿Volvería a hacer lo mismo, a no matarlo cuando correspondía y a darle muerte cuando sonaron los tres avisos?

-Estaría arrepentido si tuviese pocos años de alternativa; con 24 y el currículo que llevo en esta plaza y en mi trayectoria... Sucedió así. Además, no escuché el tercer aviso. Yo lo que sentía era embestir al toro, su mirada... Nos estábamos hablando con la mirada, con la expresión, estaba abandonado...

-¿Era un toro de indulto?

-Sin duda. Siempre que se habla de indulto surge la polémica. A lo mejor hay aficionados que entienden por bravura arrancarse un toro al caballo a 15 metros y recibir cuatro o cinco puyazos, que desde luego me parece algo importante, pero prefiero que no se arranque de tan largo, que los puyazos no sean tan fuertes y que suceda lo que sucedió el sábado. Para que un toro te permita expresar de esa manera, durante tanto tiempo, durante tantos muletazos y tan por abajo, el toro tiene que tener... Es verdad que muy al final el toro comenzó a aburrirse, pero afortunadamente

también fui inteligente y lo volví a sujetar, y hay que ver la repuesta de ese animal, que volvió a meterse en la faena y a responderme por abajo.

-Por tanto, un toro para padrear, según su opinión.

-Me gustaría que toda la gente, todos los aficionados, los presidentes fueran al campo y vieran los toros que los ganaderos se quedan para sementales después de torearlos allí. Este está por encima de muchos de esos toros que yo he tenido ocasión de cuajar en el campo y que están padreando.

-¿Fue el final deseado para un toreo tan rotundo?

-Dos orejas más, un rabo más, a mí me da igual. El toro no merecía la pena que muriese apuntillado

en un corral. No escuché el tercer aviso. Murió como tenía que morir. ¿Y por qué no se le pidió la vuelta al ruedo? ¿Permitimos que suenen clarines y timbales para que salga el siguiente? El presidente sacó el pañuelo muy rápido para que no lo abroncaran.

-¿Y la respuesta del público?

-La gente estuvo muy cariñosa. Además hubo unanimidad en pedir el indulto. Habría solo unos 500 en contra, entre ellos en la propiedad, con los brazos cruzados. Hay que leer el reglamento (hace referencia a los requisitos que, según él, se cumplieron, como unanimidad en la petición y la solicitud del espada). ¿Si me denuncian? Ya pasó eso en Montoro y a raíz de aquello recibí una carta de José Antonio Soriano, entonces director general de Espectáculos Públicos de la Junta, diciéndome que por lo mucho que le había hecho sentir esa tarde habían hablado para que, a partir

de ahí, se pudiesen indultar toros en plazas de tercera.

-¿Y qué hubiera pasado si se llega a indultar el toro del sábado?

-La polémica también estaría en la calle si lo hubiera indultado, pero ¿sabes cuál sería la diferencia?, que ese toro ya estaría en el campo y se le hubiera curado, y de aquí a cinco años otros compañeros podrían estar disfrutando de sus crías. No nos echemos tierra encima, seamos constructivos por el bien de la Fiesta...

-¿Se encuentra en su mejor momento?

-Estoy feliz. Si no lo estuviera no podría cuajar un toro así, pero también indignado por lo que está sucediendo en Córdoba, por cómo se encuentra la plaza.